La necesidad médica (afirmar que una intervención o atención médica es, como mínimo, razonable, apropiada y aceptable) depende de la evidencia empírica y de la interpretación de esa evidencia. La evidencia y su interpretación definen el estándar de atención. Este comentario sostiene que, en este momento, tanto la base de evidencia como su interpretación son guardianes débiles. La metainvestigación empírica sugiere que muy pocas intervenciones médicas cuentan con evidencia de gran calidad que respalde su eficacia y muy pocas de ellas cuentan con evaluaciones relativamente exhaustivas de sus posibles daños.
Por lo tanto, la evidencia sobre la relación riesgo-beneficio casi siempre conlleva una incertidumbre muy grande. Por tanto, el arbitraje sobre la necesidad médica se deja al proceso de interpretación. Las guías clínicas de los profesionales, en este aspecto, son muy poco fiables y están sesgadas. La aprobación regulatoria termina siendo el árbitro clave, pero con el paso de los años el proceso regulatorio se ha subvertido. Actualmente, la aprobación regulatoria no significa que una intervención tenga una relación riesgo-beneficio favorable, sino simplemente que se puede comercializar, vender y obtener ganancias. El proceso conduce a la tragedia de los bienes comunes, donde la víctima final es la sociedad en general: se invoca la necesidad médica como coartada para que la medicina absorba los recursos sociales.