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Los traficantes de enfermedades: cómo las empresas farmacéuticas se inventan enfermedades para vender tratamientos (Malady mongers: How drug companies sell treatments by inventing diseases)
Michael Walsh
Yahoo News, 8 de junio de 2018
https://www.yahoo.com/news/malady-mongers-drug-companies-sell-treatments-inventing-diseases-100040360.html?soc_src=hl-viewer&soc_trk=tw
Traducido por Salud y Fármacos

La imagen de la industria farmacéutica se ha visto significativamente dañada en los últimos años, a medida que público ha ido descubriendo como su agresivo mercadeo alimentó la epidemia de opiáceos. Pero la mayoría de los estadounidenses todavía no conocen la táctica de las farmacéuticas que podría ser la más eficaz para promover la venta de medicamentos: la comercialización de enfermedades que se inventan.

Existe una gran cantidad de publicaciones médicas que se remontan a principios de los años 90 sobre la práctica conocida como “promoción de enfermedades para vender medicamentos” (disease mongering). Las compañías farmacéuticas trasforman las experiencias cotidianas en enfermedades, convencen a los médicos de que son problemas graves, dicen a un público hipocondríaco que necesita ayuda y ofrecen la cura: un nuevo medicamento. Sin embargo, contra la avalancha de miles de millones de dólares en campañas de mercadotecnia cada año, las advertencias de quienes investigan estas tácticas han sido en gran medida ignoradas.

Para ser claros: la farmacología ha ayudado a innumerables personas a recuperarse de una enfermedad o llevar una vida más productiva. Pero el número de pacientes que reciben medicamentos es mayor que el de aquellos que se benefician, y a menudo incluye a personas a quienes les pueden perjudicar.

En 2017, el mercado farmacéutico de EE UU seguía siendo más grande, generando más de U$450.000 millones. En contraste, el de toda Europa era de aproximadamente US$214.000 millones. El gasto farmacéutico en EE UU es el doble del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Según la Clínica Mayo, casi el 70% de los estadounidenses toman al menos un medicamento de venta con receta.

Adriane Fugh-Berman, profesora de farmacología en el Centro Médico de la Universidad de Georgetown, dijo que la industria farmacéutica medicaliza la vida normal al afirmar que una condición cotidiana vaga, fácil de identificar, es sintomática de una enfermedad recién inventada. En otros casos, la industria farmacéutica exagera la prevalencia o la gravedad de una condición existente para atraer a más clientes.

Fugh-Berman dijo a Yahoo News: “El marketing de un medicamento puede comenzar entre siete y diez años antes de que salgan al mercado. Debido a que es ilegal promocionar un medicamento antes de que salga al mercado, lo que promueven es la enfermedad. No es ilegal hacerlo porque no hay una regulación sobre la creación de enfermedades”.

Lisa Schwartz y Steven Woloshin, co-directores del Centro de Medicina y Medios de Comunicación del Instituto de Políticas de Salud y Práctica Clínica de Dartmouth, dijeron que las campañas de concientización de enfermedades pueden aparentar ser educativas o para ayudar al enfermo, pero a menudo son solo mercadotecnia disfrazada. Las campañas a menudo siguen tres pasos básicos: ampliar el diagnóstico, aumentar el peligro para que las personas quieran hacerse la prueba y hacer más confusa la evidencia de beneficios y riesgos de un medicamento. Estos pasos se observaron en campañas sobre deficiencia de testosterona, del trastorno bipolar y del síndrome de piernas inquietas.

“La testosterona baja fue uno de los casos más grandes de ‘disease mongering’ – hubo un grandisimo aumento de recetas antes de que se establecieran los beneficios y los daños del tratamiento”, dijo Schwartz. “Y, sin embargo, los fabricantes afirmaron que la “T baja”, no el envejecimiento u otras afecciones médicas, era la razón por la que los hombres mayores tuvieran menos energía, peor rendimiento deportivo o incluso se sintieran más cansados después de la cena que los hombres más jóvenes. No hay regulaciones específicas sobre cómo las empresas pueden hablar sobre estos síntomas en las campañas de sensibilización”.

Jack James, un psicólogo clínico en la Universidad de Reikiavik en Islandia, dijo que la imagen de la industria farmacéutica como una empresa global dinámica que pone sus multiples innovaciones al servicio del bien común es algo absurdo que han inventado los especialistas en relaciones públicas y que oculta el hecho de que la mayoría de los nuevos medicamentos son variaciones menores de formulaciones existentes.

“En el mejor de los casos, la mayoría son mejoras marginales y costosas de los medicamentos más antiguos y más baratos que pretenden reemplazar, y un gran número de medicamentos nuevos son más dañinos que las formulaciones más antiguas. En la práctica, el énfasis en el desarrollo de medicamentos está en comercializar innovaciones falsas en lugar de innovaciones genuinas”, dijo James.

El libro de James “La salud de las poblaciones” (The Health of Populations) se centra en la importancia de los cambios de comportamiento para prevenir enfermedades. Dijo que el desarrollo de relaciones personales directas entre los representantes de la industria y los médicos es casi universal en todos los niveles de la salud pública y privada. Por ejemplo, dijo, la industria farmacéutica ofrece obsequios tanto grandes (por ejemplo, viajes patrocinados) como pequeños (bolígrafos y cuadernos de notas) para alentar patrones de prescripción específicos: un beneficio para la industria que podría significar costos por daños para los pacientes, o en el mejor de los casos, un desperdicio de dinero por parte de la población, las aseguradoras y el gobierno.

Leonore Tiefer, sexóloga y psicóloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, dijo que el público es susceptible de ser explotado por las compañías farmacéuticas y cree que la tendencia probablemente continuará en la dirección equivocada.

Tiefer dijo: “Siento que cada día creemos más en lo que la medicina puede hacer por nosotros y por eso aceptamos sin cuestionar las afirmaciones de los que promueven el ‘disease mongering’. Las personas tienen miedo y son vulnerables.

Según un artículo en el British Medical Journal, las compañías farmacéuticas por cada dólar que invierten en el proceso de investigación y desarrollo de un medicamento nuevo gastan US$19 en publicidad.

Cuando se le preguntó sobre ‘disease mongering’, Mitchell J. Katz, un especialista en asuntos públicos de la Comisión Federal de Comercio, dijo que su agencia no tiene jurisdicción sobre la publicidad farmacéutica y que la maneja la FDA.

“Tampoco regulamos los anuncios, pero sí actuamos cuando los anuncios son engañosos, o cuando las afirmaciones que hacen no están respaldadas por información científica competente y confiable. Pero solo anuncios de productos que están bajo nuestra jurisdicción y cuyo cuplimiento podemos exigir”, escribió Katz en un correo electrónico.

Bajo la Ley Federal de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos, la FDA exige que todos los anuncios de medicamentos y el etiquetado promocional incluyan un breve resumen de los efectos secundarios, la eficacia y las indicaciones de cuándo se debe evitar consumir el medicamento. La FDA prohíbe que los anuncios omitan hechos relevantes, incluyendo la información engañosa o que no presente un equilibrio justo entre la efectividad y los riesgos. Pero el material promocional que no menciona medicamentos de venta con receta no estaría bajo la jurisdicción de la FDA, que ha establecido el Congreso.

La FDA tiene un proceso de aprobación acelerado para medicamentos que abordan enfermedades raras, definidas como aquellas que afectan a menos de 200.000 personas. En algunos casos, las compañías farmacéuticas subdividen enfermedades comunes para que puedan clasificarse como enfermedades raras para obtener una aprobación acelerada. Sin embargo, con mayor frecuencia, hacen lo contrario: amplían la definición de una enfermedad real que solo afecta a un puñado de personas para aumentar el mercado del medicamento que la trata.

Al final, dijo Fugh-Berman, no hay ninguna autoridad que proteja de forma efectiva de las categorías de enfermedades cuestionables.

Schwartz y Woloshin trabajan para mejorar la comunicación entre los médicos y el público, ayudando a que ambos vean que hay detrás de los desproporcionados temores y esperanzas que ha creado la publicidad farmacéutica y la información selectiva. Señalan que las condiciones de salud ocupan un continuo que abarca desde claramente enferma hasta claramente bien, pero hay una gran área gris en el medio. ¿Cuándo una experiencia ligeramente molesta se convierte en el síntoma de una enfermedad? En muchos casos, dijeron, la industria farmacéutica establece estos umbrales de forma agresiva, para que lo normal sea cada vez un área más pequeña. Y lo hacen de manera unilateral: ningún regulador lo controla.

“Todos sentimos de vez en cuando que nuetras piernas están inquietas, o tenemos sensación de ardor o quemazón ocasional en los ojos. Pero muchas menos personas tienen síntomas lo suficientemente graves como para necesitar tratamiento médico. El problema es que los fabricantes se dirigen cada vez más a las personas con síntomas leves para convertirlos en pacientes. Desafortunadamente, el tratamiento puede ofrecer pocos beneficios, que pueden no ser superiores a los efectos secundarios, el costo y las molestias”, dijo Woloshin.

Woloshin dijo que los anuncios impresos o en línea de la compañía farmacéutica a veces presentan tests que incluyen síntomas asociados con una condición, que el medicamento no logró mejorar durante los ensayos clínicos.

“Los consumidores naturalmente piensan: ‘Veo la lista de cosas en este test. El medicamento debe tratar estas cosas”, aunque no lo haga. Es un engaño”, dijo Woloshin.

Mis entrevistas para este artículo sugieren que el público debe ser escéptico acerca de los tests de enfermedades, ya que a menudo no son confiables y hacen preguntas que sugieren la respuesta para convencer a las personas sanas de que padecen una enfermedad que se acaba de descubrir.

Schwartz and Woloshin publicaron un artículo en JAMA Internal Medicine sobre cómo la campaña para la T baja fue en realidad un modelo para vender medicamentos. ¿Es usted un hombre de mediana edad que a veces se siente cansado? ¿Su capacidad atlética ha disminuido desde que tenía 20 años? Bien, eso es lo que solía llamarse proceso de envejecimiento. Pero estos cuestionarios no validados pueden sugerir que Ud. sufre T baja. Ud. tiene suerte, Abbott Laboratorios produceAndrogel.

“Pienso que los medios sociales de comunicación pueden ser desastrosos ya que logran confundir lo que es comercialización con lo que es la salud pública. El mundo del marketing en que vivimos está intentando que cada día más empresas promuevan en Facebook la evidencia de enfermedad, ya que pueden contar historias e interaccionar directamente con la gente”, dijo Schwartz. “Estos sitios le ayudan a pensar que allí hay alguien que le quiere ayudar y confirma su dolor, en lugar de presentarse como una empresa que quiere venderle un medicamento.”

Fugh-Berman recordó que tomó un examen en línea con sus colegas de PharmedOut, el grupo que dirige en la Universidad de Georgetown para desenmascarar la comercialización de medicamentos y promover la prescripción basada en la evidencia. La prueba de afección pseudo bulbar (PBA), que se manifiesta cuando un daño cerebral produce risas o lloros inapropiados o no relacionados con las emociones de la persona, sugirió que manifestaciones normales de una persona se podían caracterizar como signos de PBA pues hacía preguntas como: “¿A Ud. en algún momento le parecen divertidas cosas que otros piensan que no lo son? y ¿Ud. llora con facilidad?” Fugh-Berman añadió: “Casi todas las mujeres fallaron el test. Solo una mujer lo pasó. La mayoría de hombres también fallaron pero pasaron más que las mujeres. Diría que me preocupé por aquellos que aprobaron el examen”.

La investigación de PharmedOut se centra en la efectividad de la educación médica continuada (EMC) financiada por la industria farmacéutica, así como en las enfermedades artificiales o exageradas. Ella dijo que las compañías farmacéuticas tienen médicos en sus consejos asesores y les pagan por educar a otros médicos influyentes durante los eventos de la EMC. Estos que se consideran líderes médicos también firman artículos, no siempre escritos por ellos, para que la información que quieren divulgar las empresas se publique en la literatura médica. Cuando se aprueban los medicamentos y se aceptan las enfermedades como tratables, se enseña a los estudiantes de medicina a tratar las condiciones que antes se consideraban afecciones benignas.

“El problema es que las personas son muy reacias a creer que las cosas que suenan tan científicas y médicas y que son promovidas tan agresivamente por expertos científicos y médicos pudieran ser inventadas o en el mejor de los casos exageradas”, dijo Tiefer. “La gente no quiere creer eso”.

James dijo que los intereses públicos y privados están tan entrelazados en la infraestructura de la industria de la investigación en salud que socaban la integridad de la investigación que en teoría se realiza para el bien público.

“Los estudios muestran que el negocio ‘normal’ de la industria farmacéutica se caracteriza por un engaño persistente, que va desde la manipulación sutil de la imagen hasta el fraude directo y frecuente en la investigación”, dijo James. “Los investigadores pueden tener las mejores intenciones pero cuando su trabajo se realiza en colaboración con la industria, están sujetos a influencias que producen sesgos”.

El sesgo autocomplaciente, un proceso inconsciente en el que el razonamiento, las decisiones y las conclusiones favorecen los intereses personales por encima del bien general, es el factor más importante entre las lagunas cognitivas. James dijo que este tipo de sesgos cognitivos que afectan a los investigadores son casi imposibles de regular a través de códigos de conducta ética, o dando a conocer los conflictos de interés.

James comentó que: “A pesar de la evidencia irrefutable de que se hace un gran daño al paciente, los intentos que se han hecho durante años para evitar el daño han fracasado estrepitosamente”.

Cindy Pearson, la directora ejecutiva de la Red Nacional de Salud de las Mujeres (NWHN), nació hace 40 años. Muchas mujeres recibieron medicamentos que no necesitaban o nunca se les dijo la verdad sobre los medicamentos que estaban tomando. Aunque el ‘disease mongering’ también afecta a los hombres, Pearson dijo que las mujeres tienen más probabilidades de ser víctimas, en parte porque a menudo son las encargadas de tomar decisiones sobre el cuidado de la salud de sus familias, estar al tanto de las novedades y asegurarse de que sus familias cumplan con las recomendaciones de higiene, vacunación y pruebas médicas.

Pearson añadió que la NWHN analiza las afirmaciones que se hacen sobre nuevas condiciones muy escépticamente y está dispuesta a decirle a las mujeres: “No creas las exageraciones sobre este nuevo medicamento, no creas las exageraciones sobre esta supuesta condición poco reconocida y no te precipites en obtener una prueba de detección que te han dicho que es nueva y puede ayudarte”.

“Siento que hay personas bastante amorales involucradas en la creación de nuevas enfermedades y en la promoción de medicamentos que no son realmente necesarios. Su definición de éxito se mide solo por las ventas”, dijo Pearson. “En las empresas hay personas con buenas intenciones, que están orgullosas de desarrollar algo que puede ayudar a algunas personas, pero despues el departamento de marketing se hace cargo del producto y lo convierte en otra cosa”.

Fugh-Berman dijo que la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) es esencialmente lo que solía llamarse reflujo o ácidez estomacal. Los médicos solían decirles a los pacientes que comieran menos, bebieran menos alcohol, no se acostaran con el estómago lleno y tomaran Tums según fuera necesario. Pero el problema con la ácidez estomacal es que los clientes solo necesitarían el medicamento cuando la están experimentando.

“Lo que es realmente brillante es lograr que la gente los tome de manera crónica y cuando interrumpen el tratamiento tienen un síndrome de rebote con fuerte de reflujo que les produce dolor. Entonces piensan: ‘Oh, realmente necesito este medicamento’ y siguen tomándolo”, dijo Fugh-Berman.

Fugh-Berman señaló que se han inventado enfermedades en el pasado, como la histeria femenina y la clorosis en el siglo XIX, pero que “no fueron inventadas por las compañías farmacéuticas”.

La periodista médica Lynn Payer utilizó las palabras ‘disease mongering’ en su libro de 1992 “Disease Mongers: How Doctors, Drug Companies, and Insurers are Making you Feel Sick” (Traficantes de Enfermedad: Cómo los médicos, las compañías farmacéuticas y las aseguradoras le están enfermando”. Payer definió definió ‘disease mongering’ como la práctica de “tratar de convencer a las personas que están bien de que están enfermas, o si están levemente enfermas de que están muy enfermas”. La evidencia que respalda su tesis ha aumentado desde que se publicó el libro.

El periodista Ray Moynihan y el farmacólogo David Henry continuaron esta investigación en el nuevo milenio, argumentando en un artículo del British Medical Journal (BMJ) de 2002 que las alianzas informales del personal farmacéutico, los médicos y los grupos de consumidores han participado en campañas de “concientización pública” sobre estas condiciones que no han sido suficientemente diagnosticadas, promoviendo enfermedades como si fueran graves y frecuentes pero curables. Dijeron que las estrategias de marketing de medicamentos minimizan la importancia de otras estrategias que el individuo puede utilizar para enfrentarse a la enfermedad, o el hecho de que la condición sea esencialmente benigna.

Moynihan y Henry escribieron que: “Las compañías farmacéuticas están activamente involucradas en patrocinar la definición de enfermedades y en promoverlas tanto para los prescriptores como para los consumidores. La construcción corporativa de la enfermedad está reemplazando a la construcción social de la enfermedad”.

La revista PLoS Medicine publicó un número especial en abril de 2006 sobre ‘disease mongering’ después de una conferencia inaugural sobre el tema. Tiefer describió la conferencia como el comienzo de un movimiento de “menos es más” para revertir el diagnóstico excesivo y los tratamientos excesivos. Este movimiento está dirigido en gran parte, pero no exclusivamente, a cuestionar las afirmaciones de la pubicidad farmacéutica. Estos activistas, investigadores y médicos también están preocupados por las prácticas tradicionales y rituales de la medicina, como las numerosas pruebas de detección y de rutina que conducen a más diagnósticos y tratamientos de los necesarios.

Pearson aboga por regular la comercialización de medicamentos, tanto en la educación médica como en campañas dirigidas al público, para reducir un entorno competitivo en el que cada nuevo medicamento debe ser un éxito de taquilla y generar ventas anuales de miles de millones de dólares.

“No se puede hacer eso a menos que esté dispuesto a poner un precio estratosférico a un nuevo medicamento para un grupo relativamente pequeño de personas, como vemos en el cado del cáncer y otras emfermdades terriblemente graves. Pero si Ud. está comercializando un medicamento por el que nadie va a pagar tanto porque la enfermedad no es tan terrible, entonces no tiene mas remedio que comercializarlo a un montón de gente”.

Por ejemplo, dijo que la descripción de la osteoporosis, una condición real en la que los huesos frágiles son más susceptibles a fracturas, fue descrita por las compañías farmacéuticas de un forma muy exagerada mientras que promovían con la misma exageración la necesidad de pruebas para medir la densidad ósea, lo que ha llevado a muchas mujeres a consumir medicamentos que solo las ha perjudicdo.

“Las compañías que trajeron el primer medicamento no hormonal al mercado hace unos 30 años querían un mercado más grande que los muy viejos que ya sufrían de osteoporosis”, dijo.

Así que las compañías farmacéuticas invirtieron en la producción en masa de lo que había sido una herramienta de investigación llamada DEXA (Absorciometría de rayos X de energía dual) y la hicieron omnipresente. Colocaron máquinas DEXA en las oficinas de los médicos de atención primaria de forma gratuita, las fabricaron en serie para que bajara el precio, financiaron a un grupo de mujeres mayores para dirigir una campaña educativa sobre la importancia de la detección, financiaron a otro grupo para administrar una línea telefónica directa gratuita a la que las mujeres podían llamar para saber dónde podían someterse a exámenes de detección y financiaron una reunión de expertos para determinar qué nivel de pérdida ósea se consideraría osteoporosis.

“Lo que también hicieron en esa reunión, que fue apoyada por las compañías farmacéuticas, fue crear una condición llamada osteopenia, que es menos de lo normal pero sin llegar a osteoporosis”, dijo. “Luego, la compañía comenzó a decirles a los médicos que deberían hacer que las mujeres tomen estos medicamentos como tratamiento para prevenir el desarrollo de osteoporosis”.

En otras palabras, crearon la osteopenia como si fuera una enfermedad y describieron recomendaciones para tratar a mujeres sanas con el mismo medicamento que usan las mujeres con osteoporosis real. Esto funcionó durante unos 20 años. Millones de mujeres tomaron el medicamento que no necesitaban sin tener pruebas de que evitaría las fracturas de cadera cuando fueran mayores.

“Algunas de esas mujeres sufrieron como resultado un tipo de fractura que anteriormente había sido poco frecuente, denominada ‘fractura de fémur atípica’”, dijo Pearson. Estas son fracturas en el hueso largo del muslo que causan trauma. “Crearon una trampa con una prueba de detección que fue útil para unos pocos, pero la creación de la llamada condición de osteopenia llevó a millones de mujeres a tomar un medicamento que les perjudicó”.

creado el 4 de Diciembre de 2020