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ÉTICA Y DERECHO

Investigaciones

Psicosis en masa en los Estados Unidos
James Ridgeway
AlJazeera, 12 de julio de 2011
http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/07/20117313948379987.html
Traducido por Francisco Martínez Granados

Cómo la Gran Industria ha “enganchado” a los norteamericanos a los antipsicóticos.

¿Estados Unidos se ha convertido en una nación de psicóticos? Si nos basamos en la explosión del uso de medicación antipsicótica que ha ocurrido en este país, deberíamos pensar que sí.  En el año 2008, se vendieron más de US$14.000 millones de medicamentos pertenecientes a este grupo terapéutico, con lo que los antipsicóticos se convirtieron en la clase farmacológica líder en ventas en USA, sobrepasando a otros tipos de medicamentos como los reductores de colesterol o antiácidos para el reflujo.

Antes de esta desorbitada explosión, los antipsicóticos estaban reservados para una población -en términos relativos minoritaria- afectada por trastornos mentales graves como la esquizofrenia o la depresión bipolar, y se utilizaban con el objetivo de paliar síntomas psicóticos como delirios o alucinaciones.  Pero hoy parece que todo el mundo toma antipsicóticos.  A los padres se les dice que sus hijos rebeldes son en realidad bipolares y por tanto necesitan antipsicóticos, y a muchas personas mayores que presentan algún síndrome demencial se les administran fármacos que en su día estaban restringidos para esquizofrénicos.  Los norteamericanos que acuden a consulta por afecciones como insomnio, ansiedad o depresión, salen de ella con una prescripción que contiene antipsicóticos y esta práctica se ha extendido tanto, que parece haber una auténtica epidemia psicótica.

Es cualquier cosa menos una coincidencia que esta explosión de consumo antipsicóticos haya ocurrido justo cuando la industria farmacéutica lanzó la comercialización de una nueva generación de antipsicóticos: los “atípicos”.  En la década de los 90 se comercializó Risperdal, Zyprexa y Seroquel, y a partir del año 2000, Abilify, todos con la misma bandera propagandística: se trataba de antipsicóticos más eficaces que los “típicos” Haldol o Thorazina.  Y más importante: ya no tenían esos efectos secundarios tan nocivos que tenían los antipsicóticos convencionales, no producían temblores ni otros trastornos motores.

Los antipsicóticos atípicos se convirtieron en las nuevas estrellas dentro del repertorio de agentes psicotrópicos de la industria farmacéutica.  Se trataba de una nueva medicación costosa y patentada que hacía que las personas se comportaran y sintieran mejor, sin babeos ni temblores.  Las ventas empezaron a crecer y crecer de forma constante hasta que en el año 2009 Seroquel y Abilify obtuvieron la quinta y sexta posición en ventas de fármacos y las prescripciones de los tres antipsicóticos atípicos más vendidos sumaban más de 20 millones en todo el país.  De repente los antipsicóticos ya no eran sólo para los psicóticos.

Ya no solo para psicóticos

Ahora ya casi todo el mundo sabe que la industria farmacéutica diseña estrategias para modular las decisiones de los médicos norteamericanos y que estas se basan en jugar con ellos a los regalitos, viajes, “ego-excursiones”, congresos o incluso a financiar trabajos de investigación a cambio de testar y prescribir los últimos y más lucrativos medicamentos recién comercializados.  “Los psiquiatras son despiertan un interés especial en  la industria porque  sus diagnósticos son subjetivos”- dice el Dr. Adriane Fugh-Berman quien lidera el proyecto PharmedOut que, entre otras cosas, analiza la influencia de la industria farmacéutica en la medicina norteamericana y que el mes pasado organizó una conferencia en Georgetown.

Un psiquiatra no puede saber si una persona tiene una patología haciéndole simplemente una prueba diagnóstica o una resonancia magnética, por lo que suele darse el fenómeno de “diagnósticos por prescripción” (si te encuentras mejor después de tomar un antidepresivo podemos asumir que estabas deprimido).  Tal y como declaran los investigadores de un estudio sobre la influencia de la industria farmacéutica, “la ausencia de pruebas biológicas en trastornos mentales hace que la psiquiatría sea especialmente vulnerable a la influencia de la industria farmacéutica”.  Precisamente por esto es especialmente importante que las guías clínicas de diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales se desarrollen “basándose en la revisión objetiva de la evidencia científica” y no en si los médicos que las escriben obtuvieron concesiones de Merck, o tienen stocks en propiedad en AstraZeneca.

Marcia Angell, exeditora de la revista New England Journal of Medicine y que actualmente lidera la crítica a la Gran Industria lo dice con mayor franqueza: “Los psiquiatras están en el bolsillo de la industria”.  Angell ha señalado que la mayoría de los autores del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM), la biblia diagnóstica de los psiquiatras, tienen conflictos de interés con la industria farmacéutica.  Del mismo modo, un estudio en el año 2009 reveló que 18 de los 20 autores que escribieron las guías clínicas más recientes para el tratamiento de depresión, trastorno bipolar y esquizofrenia de la Asociación Americana de Psiquiatría, tenían conflictos de interés con la industria farmacéutica.

En un artículo reciente del The New York Review of Books, Angell desmonta lo que ella llama una “violenta epidemia de trastornos mentales” entre los norteamericanos.  El uso de medicamentos psicoactivos –incluyendo antipsicóticos y antidepresivos- se ha incrementado desmesuradamente, y Angell señala que si las nuevas generaciones de fármacos fuesen tan efectivas “deberíamos de estar contemplando una disminución en la prevalencia de trastornos mentales, cuando lo que está ocurriendo es justo lo contrario”.  En lugar de esto, “el número de personas afectadas por trastornos mentales que cumplen con los criterios para recibir subsidios del programa de seguridad social  SSI (Supplemental Security Income) o del seguro de invalidez de la seguridad social SSDI (Social Security Disability Insurance) se incrementó en dos veces y media entre 1987 y 2007 (de uno entre 184 norteamericanos a uno entre 76).  Si nos fijamos en los niños, este aumento es aún más alarmante, con un aumento de 35 veces en las dos décadas mencionadas. Los trastornos mentales son ahora la principal causa de invalidez en niños”. 

Bajo la tutela de la Gran Industria estamos sencillamente “bajando hasta tal punto el umbral de la enfermedad mental, que casi todo el mundo tiene problemas”.  Fugh-Berman va en la misma dirección: en la época del marketing farmacéutico agresivo, dice, “los diagnósticos psiquiátricos se han ampliado hasta incluir a muchas personas perfectamente normales”.

Análisis costo-beneficio

Lo que es especialmente preocupante de esta sobre-prescripción de antipsicóticos de nueva generación es que su prevalencia se concentra entre los más jóvenes y entre las personas  mayores –grupos vulnerables que por lo general no son integrados en el proceso de toma de decisiones sobre la medicación que van a tomar.  Las investigaciones llevadas a cabo en torno a esta cuestión coinciden en que el propósito de estas prescripciones suele ser suavizar o tranquilizar, y no tratar una psicosis como tal. Carl Elliott señala en la revista Mother Jones, “en cuanto se pudo tratar el trastorno bipolar con antipsicóticos atípicos, su diagnóstico se incrementó de forma dramática especialmente en niños.  Según un estudio de la Universidad de Columbia, el número de niños y adolescentes tratados por trastorno bipolar se incrementó en 40 veces entre 1994 y 2003.  Según otro estudio, uno de cada cinco niños que entraban en la consulta de un psiquiatra salía de ella con la prescripción de un antipsicótico”.

Una destacada serie de publicaciones en el Palm Beach Post de mayo revelaba que el Departamento de Justicia de Menores del Estado de Florida ha literalmente inundado de fármacos psicoactivos las instalaciones infantiles, se los administra “sistemáticamente” para indicaciones que jamás fueron aprobadas por las autoridades federales.  Los datos son asombrosos: “En 2007, por ejemplo, el Departamento de Justicia de Menores compró más del doble de Seroquel (quetiapina) que ibuprofeno.  En cifras absolutas y en 24 meses, este Departamento compró 326,081 comprimidos de Seroquel, Abilify, Risperdal y otros antipsicóticos para su uso en prisiones y reclusorios infantiles.  Esta cantidad sería suficiente para distribuir 446 comprimidos al día, siete días a la semana durante dos años de forma ininterrumpida a los niños en prisión y a los que participan en programas que no pueden albergar a más de 2.300 niños y niñas en un día determinado”.  Además este estudio descubrió que “Uno de cada tres psiquiatras que habían firmado contratos en los últimos cinco años con el Departamento de Justicia de Menores del Estado de Florida habían recibido pagos por conferencias y/o regalos de la compañías que fabrican antipsicóticos”.

Además de la estrategia de expandir los criterios para diagnosticar trastornos mentales graves, la industria ha seguido otra estrategia consistente en exhortar a los médicos a que prescribiesen antipsicóticos para usos “fuera de indicación”.  En un caso particularmente notorio, la compañía farmacéutica Eli Lilly, puso a disposición de los cuidadores Zyprexa (olanzapina) para que lo empleasen en personas de edad avanzada con Alzheimer y otras demencias, además de en la agitación, ansiedad e insomnio.  Para promocionar su uso entre  los médicos de atención domiciliaria los representantes empleaban el slogan “5 a las 5” queriendo decir que 5 mg de Zyprexa a las 5 pm sedaría la más difícil de las crisis. Esta práctica se mantuvo incluso después de que la FDA avisase a Lilly de que este medicamento no estaba autorizado para ese uso y que además no era carente de riesgos, ya que Zyprexa puede inducir diabetes y obesidad en estos pacientes.

En una video-entrevista realizada en el 2006, Sharham Ahari, quién vendió Zyprexa durante dos años al principio de la década me explicó las estrategias que utiliza la industria para conseguir que los médicos lo prescriban.  En ese momento los médicos decían que los pacientes se quejaban por al aumento de peso y de diabetes.  “Nos dijeron que quitásemos importancia a los efectos secundarios y exaltáramos la eficacia del medicamento… y que recomendásemos que el paciente bebiera un vaso de agua antes de tomar el medicamento antes de las comidas y otro después de las comidas, con la esperanza de que se llenase su estómago, así minimizábamos los obstáculos para aumentar las ventas.  Si los médicos se quejaban les decía “Nuestro medicamento es el mejor que hay ¿qué es más importante?  Quiere que mejoren o quiere que sigan igual – ¿un paciente psicótico delgado o un psicótico gordo estable?”

Para las compañías farmacéuticas, dice Shahrman, la decisión de continuar promocionando los fármacos a pesar de sus efectos secundarios, es una cuestión de análisis coste-beneficio: calculan si van a ganar más dinero continuando con la promoción del medicamento para su uso fuera de indicación autorizada, aunque esto suponga un gasto en pleitos, versus utilizando cualquier otra estrategia.  En el caso de Zyprexa, en enero de 2009, Lilly zanjó un pleito con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos por US$1.400  millones, que incluía “una multa criminal de US$515 millones, la mayor en la historia en casos relacionados con la salud, y la mayor multa criminal contra una corporación individual jamás impuesta en los Estados Unidos en toda su historia”, dijo el Departamento de Justicia al anunciar la sentencia.  Pero sólo en ese año, las ventas de Zyprexa generaron más de US$1.800 millones en beneficio.

Empeorando a los pacientes

Además de todo esto, si centramos el debate en aquellas psicosis genuinas donde están indicados, los antipsicóticos atípicos pueden no ser la mejor opción para los pacientes.  Un número cada vez mayor de profesionales sanitarios está diciendo que estos antipsicóticos no son en realidad tan efectivos como los convencionales a los que han reemplazado,  y que además son mucho más baratos.  Además los atípicos pueden además provocar otro tipo de trastornos como la diabetes, y sumergir a los pacientes más profundamente en el mundo tenebroso del trastorno mental grave.  Además de las historias de éxito, pululan casos de gente que han convertido en zombies virtuales.

Elliott dice en el Mother Jones: “después de que otro largo análisis, publicado en The Lancet, encontrase evidencias de que los atípicos en realidad se comportan peor que los antipsicóticos convencionales, dos psiquiatras de la vieja escuela británica redactaron un editorial publicada en el mismo número.  El Dr. Peter Tyrer, el editor de la British Journal of Psychiatry, y el Dr. Tim Kendall de la Royal College of Psychiatrists escribieron: “La invención espuria de atípicos puede verse ahora como una mera invención, meticulosamente manipulada por la industria farmacéutica para propósitos comerciales y que sólo ahora ha sido desvelada”.

Conclusión: Hay que parar a la industria farmacéutica y a los que sin fundamento promueven estos medicamentos entre la población.

modificado el 28 de noviembre de 2013