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Ética y Derecho
Entrevistas

Entrevista a Richard Roberts, premio Nobel de Medicina (1993): “A las farmacéuticas no les interesa buscar la curación”
María García de la Fuente, Publico.es, 28 de marzo de 2008.

Entrevista a Ray Moynihan: “A la invención de enfermedades le llaman el marketing del miedo”
Joseba Vivanco, Gara (España), 12 de junio de 2008

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Entrevista a Richard Roberts, premio Nobel de Medicina (1993): “A las farmacéuticas no les interesa buscar la curación”

María García de la Fuente, Publico.es, 28 de marzo de 2008.

Richard Roberts defiende con énfasis la libertad de acceso a las publicaciones científicas, porque, dice, la investigación se hace “para que el público la conozca”. Con la misma rotundidad critica la falta de ética en las grandes compañías farmacéuticas por no tratar de curar enfermedades, sino de lucrar con los medicamentos para patologías crónicas.

P: ¿Hay todavía muchas trabas a la difusión de la ciencia, a pesar de Internet?

R: La mayor parte de las publicaciones están controladas por los editores que tienen derechos de propiedad intelectual sobre ellas y que, por tanto, te cobran por leerlas. Incluso yo tengo que pagar por poder leer mis propias investigaciones.

P: ¿Hay alguna forma de cambiar la situación y acceder libremente a este conocimiento?

R: Un ejemplo de cambio es que el Congreso de EE.UU. ha obligado a que toda investigación que se haga con cargos a los fondos del National Institutes of Health [centro de investigación médica dependiente del Gobierno] tiene que ser de acceso libre a todo el mundo en 12 meses. Ahora intentaremos que se pueda leer gratis en seis meses, después en tres meses y después inmediatamente.

P: Ha cuestionado la ética de las compañías farmacéuticas en sus conferencias. ¿Cree que en estas empresas predomina el negocio frente a la cura de enfermedades?

R: Sí, es un problema gravísimo, en la medida en que existen empresas privadas que fabrican medicamentos y precisamente, como son privadas, su objetivo es tener beneficios. Por eso buscan fármacos para enfermedades a largo plazo. Y si yo como compañía desarrollo un fármaco que me ha costado cientos de millones de dólares de investigación, pero que cura la enfermedad, ¿cuánta rentabilidad puedo esperar si se termina el negocio? Las empresas no tienen ningún incentivo a desarrollar fármacos que realmente acaban con la patología.

P: ¿Cree que debería aprobarse una ley que obligase a que los beneficios que obtienen por fármacos de enfermedades crónicas se destinen, en parte, a la investigación de curas para enfermedades que afectan a personas con pocos recursos o patologías que afectan a población escasa?

R: Creo que es una decisión que debe tomar la propia compañía, no creo que se deba legislar. Y la razón de no legislar es que las grandes empresas saben los caminos para evitar aplicar esta medida, o bien harían ver que en realidad sí están invirtiendo ese dinero. Lo que es necesario es separar el descubrimiento de una curación de enfermedades de la venta de medicamentos. No podemos pensar que las empresas van a buscar curaciones, porque no les interesa. Y por eso se necesita al sector público, para que los institutos públicos de investigación, con financiación del Gobierno, se fijen en las causas y las curas de las enfermedades.

P: Una de las líneas de investigación de su empresa es la filariasis [enfermedad presente en 130 países en vías de desarrollo que se transmite por un mosquito y provoca la ceguera africana y la elefantiasis]. ¿Por qué se centraron en esta enfermedad?

R: Decidimos caracterizar el gusano de Brugia malayi para saber cómo actúa y poder hacer frente a una enfermedad que no interesa a los grandes laboratorios, que sólo quieren las enfermedades crónicas. Millones de personas padecen esta enfermedad, que afecta a su sistema linfático y, además de causar en muchos casos la ceguera, les desfigura el rostro, lo que conlleva un estigma social en muchas comunidades y un aislamiento. Además, apoyamos la investigación en centros locales de Uganda, Vietnam, Nicaragua y Camerún. Desde nuestra empresa tratamos de aplicar la ética a la investigación. Intentamos investigar en enfermedades que ahora no interesan. Y cuando sepamos curar la filariasis a lo mejor cambiamos de proyectos y nos encaminamos a la bioenergía.

 

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Entrevista a Ray Moynihan: “A la invención de enfermedades le llaman el marketing del miedo”

Joseba Vivanco, Gara (España), 12 de junio de 2008

Este periodista australiano de 46 años es un referente mundial en la denuncia de la “invención” de enfermedades por la gran industria farmacéutica. Experto conocedor del negocio de la salud, removió cimientos con su best seller “Selling Sickness” (Vendiendo Enfermedades, 2005). En la última edición de la revista PLoS Medicine defiende que cada vez se cuestionan más esas “nuevas” patologías [a].

“Hace treinta años Henry Gadsden, director entonces de la compañía farmacéutica Merck, hizo unos comentarios sorprendentes y, en cierto modo, candorosos a la revista Fortune. Dijo que su sueño era producir medicamentos para las personas sanas y así vender a todo el mundo. Aquel sueño se ha convertido en el motor de una imparable maquinaria comercial manejada por las industrias más rentables del planeta. Así comienza la presentación del libro en el que Moynihan describe las estrategias que utiliza cierto sector de la industria farmacéutica para ampliar el mercado de los medicamentos.

P: ¿Qué definición haría usted de “enfermedad inventada”?

R: Así es, “inventada”. Lo estamos viendo con las mujeres, por ejemplo, con el tema de la disfunción sexual o en los niños con el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Pero, generalmente, yo prefiero hablar de “patrocinio de la enfermedad”. Es decir, las compañías farmacéuticas no crean las enfermedades, ni directamente sobrepasan esos límites, pero a menudo patrocinan las actividades de la medicina que están sumidas en este proceso de crear o vender enfermedades.

Porque no hablamos sólo de inventar o patrocinar enfermedades, sino también de hacer que cada vez más personas sean susceptibles de ser consideradas enfermas, rebajando, por ejemplo, los límites del colesterol o la tensión arterial.

Es correcto. Yo lo llamo “ampliar los límites de la enfermedad”, es decir, bajan los baremos para que así las enfermedades o, mejor, el número de enfermos aumente. Por ejemplo, si se reducen las cifras anormales de presión arterial, mucha gente que estaba sana se despierta convertida en hipertensa, por lo que debe tomar medicamentos. O se convierten los síntomas en un problema de salud, como pasa con el colesterol. Nadie enferma de colesterol, porque es un factor de riesgo, pero lo tratan como si fuera una enfermedad. La realidad es que cada vez más gente está considerada como enferma. En cualquier caso, creo que es mejor hablar de la ampliación de las fronteras de la enfermedad, algo que está pasando en muchas enfermedades ya establecidas.

P: Pero, ¿cómo se patrocina una enfermedad?

R: Con la disfunción sexual femenina las grandes compañías farmacéuticas patrocinaron casi todas las reuniones de los “expertos” que lo definían como una nueva enfermedad. Algunos de aquellos “expertos” sugirieron que un 43% de las mujeres sufren esta “enfermedad”, algo que es claramente absurdo.

P: ¿O la osteoporosis?

R: Ése es un ejemplo muy importante, donde un “factor de riesgo” se ha convertido en causa de mortalidad y a millones de mujeres sanas se les ha hecho creer que están enfermas, cuando pueden no estarlo. Algunos lo han descrito como el “marketing del miedo”.

P: ¿O como la menopausia?

R: Otro ejemplo clásico, cuando ante lo que estamos es ante un proceso natural de la vida que se ha vendido a las mujeres como una enfermedad de deficiencia hormonal. Feministas y otros grupos fueron muy críticos con la medicalización de la menopausia.

P: ¿Por qué las compañías farmacéuticas comenzaron a hacer negocio con este tipo de prácticas?

R: Las compañías farmacéuticas se interesan fundamentalmente por los beneficios masificados y eso, generalmente, significa ventas masificadas. A cuanta más gente puedas vender tus pastillas, mayores ventas. De este modo, si puedes vender tus pastillas a gente relativamente enferma, esto es un gran negocio. No es un fenómeno nuevo, aunque con las nuevas técnicas de marketing y el poder de estas corporaciones globales gigantescas, este problema se ha convertido en una amenaza para la salud pública.

P: ¿Qué reflexión invitaría a hacer a los usuarios?

R: Que deberían ser escépticos con lo que digo, con lo que oyen en los medios de comunicación sobre las enfermedades y con lo que escuchan a sus médicos.

P: ¿Y cree que la gente ha ido percibiendo este tipo de denuncias como la suya o la de Jörg Blech, autor de “Enfermedades inventadas”?

R: No estoy seguro de cómo responderle a esto. Creo que es otra gente la que debería juzgar el efecto que han causado estos libros. Pero sí creo que cada vez hay más gente que está al tanto de este tipo de críticas.

P: Usted ha asegurado en más de una ocasión que este tipo de prácticas de las farmacéuticas está poniendo en riesgo el sistema sanitario público.

R: Yo creo que el dinero que se gasta en tratar a la gente sana podría ser empleado en tratar o prevenir enfermedades genuinas y esto es lo realmente trágico en algunos casos donde el dinero escasea, y todo porque enfermedades benignas han sido medicalizadas y medicadas siguiendo unas campañas de marketing.

Nota de los editores:

a.   Hace referencia a: Moynihan R et al., Disease Mongering Is Now Part of the Global Health Debate, PLoS Med 2008;5(5): e106. Artículo completo disponible en: medicine.plosjournals.org/perlserv/?request=get-document&doi=10.1371/journal.pmed.0050106&ct=1

 

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modificado el 18 de septiembre de 2017