El ministro de Salud ya tiene una propuesta formal para que participe en la empresa de producción de vacunas que lideró el Distrito y a la que se sumó la multinacional Sinovac. Aunque aún nadie sabe si el Gobierno se animará, esperan que lo haga, pues su rol es clave para sacar adelante el plan de la próxima década. Mientras tanto, en Medellín avanza la construcción de una planta.
A mediados de septiembre el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, recibió una carta. Era una breve comunicación oficial en donde le hacían una particular invitación: le pedían que, como cabeza de esa cartera, se uniera al proyecto que desde hace un par de años se empezó a gestar en la Alcaldía de Bogotá y que busca que Colombia vuelva a producir vacunas.
BogotáBio, la empresa creada por el Distrito, y de la que la multinacional china Sinovac aceptó ser parte (aunque falta la firma de algunos contratos), ya tiene un plan para poner en marcha su plan, pero solo se necesita el indispensable impulso del Gobierno.
Por eso, en el documento conocido por El Espectador, Alejandro Gómez, secretario de Salud de Claudia López [alcaldesa de Bogotá], le proponía al ministro que antes de que se acabara el año se animara a firmar un contrato. En él, el Ministerio de Salud se comprometería a comprar las vacunas a BogotáBio.
“Tal medida garantizará la viabilidad y la sostenibilidad financiera de este proyecto de producción pública de vacunas en nuestro territorio y generará ahorros económicos sustanciales para el país”, le escribía el secretario en la carta, también firmada por la gerente de BogotáBio, Carolina Gómez.
Ambos le recordaban otro punto que ya habían tratado en reuniones privadas. Querían que el Estado se convirtiera en accionista de la compañía para que, de esa manera, quedara con tres dueños: el Distrito, la nación y Sinovac.
La empresa china, dice ahora Diana Calderón, su vicepresidenta de Asuntos Públicos y líder de país, confía en que es una gran apuesta. “Para la compañía es uno de los proyectos más importantes del mundo. Estamos convencidos de que va a prosperar. BogotáBio es el de mayor interés para Sinovac. Estamos en los últimos análisis de documentos, pero esperamos firmar el contrato antes de 2024. Estamos metidos de cabeza”.
En la comunicación que recibió el ministro Guillermo Alfonso Jaramillo le detallaban las cuatro vacunas (polio, hepatitis A, covid-19 y varicela) que podían venderle al Gobierno. Le daban un mejor precio que el que hoy paga a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), entidad a la que Colombia compra gran parte de las vacunas del Plan Ampliado de Inmunización y que se aplican en todo el país. El descuento sería mayor si aceptaba hacer una compra a largo plazo.
Por ejemplo, podría venderle cada dosis de varicela a US$15,52 si firmaba un contrato a 10 años o a US$16,82 si lo firmaba por tres. Hoy Colombia compra cada dosis a la OPS a US$18,48. La siguiente gráfica muestra con más detalle esas variaciones (Nota de SyF: donde dice OAHO debería decir PAHO, que son las siglas en inglés de la OPS). Todas, añadían, cuentan con precalificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Dependiendo de los años que abarcara ese contrato, anotaban el secretario y la gerente de BogotáBio, le darían un porcentaje de las acciones de la empresa a la nación. El 3,38 %, si se decidía por el plazo más amplio. De esa manera, la mayor parte de la compañía quedaría en manos del Estado. El otro 49 %, máximo, sería para Sinovac, aunque son porcentajes que se definirían con mayor precisión en el futuro.
La respuesta del ministro Guillermo Alfonso Jaramillo a aquella carta aún no ha llegado, como contaron algunas fuentes cercanas al proceso. Cuando se le pregunta al secretario Alejandro Gómez sobre ello, prefiere ser muy prudente. “Lo que tenemos es el memorando de entendimiento que suscribimos con la exministra Carolina Corcho el primer semestre, y tenemos una expresión, digamos informal, del actual ministro en varias reuniones. Ha mostrado la mejor disposición. Pero hoy esa orden de comprarnos vacunas no existe”, asegura.
Ese silencio desde el Ministerio de Salud tiene un poco impacientes a algunos de los que han trabajado en los últimos años para consolidar esa empresa desde la Alcaldía. La razón es sencilla: si el Gobierno colombiano no acepta comprar las vacunas que se producirían en unos años en el país, la empresa tendría que sortear desafíos en el futuro.
“Nosotros queremos que el proyecto avance, independientemente de quién esté en los gobiernos local y central”, aclara Calderón, de Sinovac. “Estamos comprometidos, pero es claro que para la sostenibilidad es fundamental que el Gobierno nos compre las vacunas que vamos a producir en Colombia. Y, por supuesto, nos interesa que sea parte de esta empresa a través de la entidad o instituto que ellos determinen”.
El secretario de Salud también cree que tener como aliado al Gobierno es fundamental para que BogotáBio, explica, tenga flujo de caja y eso ayude a culminar las etapas previstas sin contratiempos. Si eso no sucede, cuenta desde su oficina, “nos pondríamos a buscar un mercado regional que está en Centroamérica, América Insular y buena parte de América Latina”.
La pregunta que todos se hacen es si antes de que Claudia López culmine su mandato, el 31 de diciembre, podrá ver concretada esa alianza y alcanzará a poner el primer ladrillo de la fábrica. Después de todo, la Alcaldía ya asignó un presupuesto de $357.000 millones constantes entre 2021 y 2026 (de vigencias futuras).
Pero es una pregunta muy difícil de responder sin saber la postura del ministro de Salud. Aunque desde El Espectador intentamos contactarlo en diversas ocasiones, fue imposible obtener una respuesta. Tampoco logramos conversar con algún vocero de esa cartera, pues Guillermo Alfonso Jaramillo es la única persona, nos contaron desde esa cartera, que quiere pronunciarse sobre la producción de vacunas. También fue imposible hablar con el director del Instituto Nacional de Salud, Guiovanni Rubiano García.
El sueño de volver a tener vacunas
Colombia abandonó el sueño de producir vacunas para seres humanos a finales del siglo XX. El Instituto Nacional de Salud (INS), donde se “hacían” contra la fiebre amarilla, la tuberculosis, la difteria, el tétanos y la pertussis (tos ferina), frenó la producción en el gobierno de Andrés Pastrana (1998 -2002). Los estándares de producción farmacéutica se habían vuelto cada vez más exigentes y moverse en ese mercado requería inversiones que el país no estuvo dispuesto a hacer.
“La producción de vacunas para seres humanos era algo que cambiaba a gran velocidad y debían hacerse inversiones permanentemente, pero no las hicieron. El proceso empezó muchos años atrás”, nos había dicho hace un par de años Jorge Boshell Samper, director del Instituto en aquel entonces.
En medio de unas nuevas políticas que implementaban los países en desarrollo para abrir su economía al comercio internacional y fomentar la inversión extranjera, Colombia optó por comprar vacunas de buena calidad en el exterior y cumplir, poco a poco, con las coberturas. Pero como anotó la doctora Martha Ospina, exdirectora del INS, en la revista Colombia Médica, si “se hubiera continuado estimulando la investigación y la manufactura de productos farmacéuticos” no nos hubiésemos preguntado en los peores momentos de la pandemia del covid-19 qué lugar de la fila tendría el país para recibir sus vacunas contra el coronavirus.
Esa situación fue la que activó los diferentes esfuerzos para volver a producir biológicos, como los conocen en el argot médico. En el caso de BogotáBio, la idea, si todo marcha como está previsto, es que al cabo de tres años y medio esté construida la planta que les permitiría participar en la última etapa del largo proceso de producción: el envasado, el etiquetado y el llenado, o fill and finish, como lo llaman en el mundo farmacéutico. Sin embargo, hará falta la certificación del Invima, un proceso que, esperan, tarde otros dos años.
Ya Sinovac está en búsqueda de un lote en Bogotá que le permita levantar aquella planta. “Es una fábrica espejo de las que tienen en China. Ellos cuentan con una gran experiencia en eso”, dice Carolina Gómez, gerente de BogotáBio. De hecho, hace unas semanas tanto Gómez como el secretario de Salud estuvieron visitando Beijing para conocer con mejor detalle las fábricas de Sinovac.
A medida que se concreta ese proceso, el propósito es que la compañía asiática haga una “transferencia de tecnología” a la naciente empresa bogotana. En términos castizos, eso quiere decir que les enseñen con detalle a los empleados la “receta” para producir vacunas. “Como ellos son socios y van a ganar dividendos, eso garantiza que esa transferencia, que es uno de los objetivos claves de este convenio, sea exitosa”, añade la gerente.
Al cabo de unos 10 años esperan que en la fábrica se desarrollen vacunas desde el proceso inicial. La capacidad esperada, cuenta Diana Calderón, es que se produzcan seis millones por año para el mercado colombiano, aunque la capacidad máxima de producción que han calculado es de 180 millones de dosis en presentación de multidosis.
Pero BogotáBio no es la única apuesta por producir vacunas en el país. Aunque Guiovanni Rubiano, director del INS, no aceptó la entrevista de El Espectador, el 2 de agosto de 2023 firmó un convenio con Vecol S. A., una compañía que se ha dedicado a desarrollar vacunas de uso veterinario y cuyo mayor accionista es el Ministerio de Agricultura.
En ese documento, firmado por Rubiano y Claudia Patricia Herrera, representante de Vecol, señalan que uno de sus objetivos será la “producción de vacunas humanas con tecnologías preaprobadas por la OMS”. ¿Cuáles? ¿En qué va ese proceso? ¿Qué expectativas tienen?, son preguntas sin respuesta, pues Vecol tampoco quiso pronunciarse sobre ello, pues para hacerlo debían contar con al aval de Rubiano.
En la otra cara de la moneda hay una iniciativa que también marcha a paso firme: la de la compañía Vaxthera, en Antioquia.
¿Vacunas “made in” Medellín?
Esper Kallás tiene una buena manera de resumir por qué a un país debería interesarse por fabricar vacunas: “Si no creas tu propia capacidad, siempre estarás a merced de las decisiones geopolíticas y económicas. En cambio, si la construyes no vas a depender de obtener productos en otros países”.
Kallás es el director de un prestigioso instituto brasileño, cuya sede está en São Paulo, el Instituto Butantan. Con más de un siglo de historia, allí se fabrican hoy gran parte de los sueros y de las vacunas que se consumen en ese país. Además, tienen un pull de científicos que hacen investigación en diversas áreas, como inmunología, biología molecular o biotecnología.
A mediados de este año Kallás estuvo de visita en Medellín para la inauguración de un laboratorio de Vaxthera, la empresa que creó SURA para participar en el mercado de las vacunas. Según las cifras de la compañía, han invertido US$4 millones en ese espacio de 780 metros cuadrados, en el que van a investigar varios métodos para producir biológicos. Uno de los primeros pasos era firmar un memorando de entendimiento con el Instituto Butantan para lograr una transferencia de tecnología.
Jorge Emilio Osorio, presidente de Vaxthera, dice que espera que, tras ese proceso, logren simular el trabajo que están haciendo en Brasil. “Es una relación supremamente positiva, donde vamos a enviar un mensaje de que el sur-sur puede trabajar y puede generar conocimientos y soluciones a los problemas de nuestros países”, afirma.
Aunque es prematuro hablar de plazos para ver sus vacunas en el mercado, tienen interés en investigar para enfermedades tropicales como zika, fiebre amarilla, dengue, chikungunya y covid-19.
Por el momento, Vaxthera cuenta con 28 empleados y, además del laboratorio, ya empezaron a construir una fábrica en Rionegro, Antioquia, que, como muestra el siguiente video, va por buen camino. La inversión inicial, dice Osorio, que viene de ser investigador en la Universidad de Wisconsin-Madison (EE. UU.), fue de US$54 millones. Allí, señala, esperan sacar unos 100 millones de dosis al año.
Sin embargo, desarrollar una vacuna desde cero toma tiempo; décadas, en ocasiones. Osorio lo sabe, pero cree que comenzar a desarrollar ese conocimiento e intentar hacer estudios clínicos tiene un valor. Mientras eso sucede empezarán con la última etapa: el fill and finish, con la esperanza de envasar, etiquetar y llenar las vacunas para el Plan Ampliado de Inmunización de Colombia, cuyas compras hace el Ministerio de Salud.
Tanto para Osorio como para el secretario de Salud, aunque falten puntadas para saber cómo se comercializarán esas vacunas, valoran que haya, después de años, un buen ecosistema para activar unas capacidades olvidadas. “Entre todos estamos enriqueciendo el escenario nacional”, asegura Osorio. “Es más”, dice Gómez, “Colombia no necesita una fábrica de vacunas, sino varias. La iniciativa de Vaxhtera es una excelente idea y espero que la que están planeando en el Gobierno Nacional también florezca”. Solo hace falta que el Gobierno de Petro revele con cuáles cartas va a jugar.