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Tratados de Libre Comercio, Propiedad Intelectual y Patentes

Coronavirus: cuando se comparten las patentes todos ganan

(Coronavirus: everyone wins when patents are pooled)
Editorial
Nature 581, 240 (2020) doi: 10.1038/d41586-020-01441-2
https://www.nature.com/articles/d41586-020-01441-2
Compartido por Paul Fehlner in ip-health, 22 de mayo de 2020
Traducido por Salud y Fármacos

Etiquetas: Vacunas, Propiedad intelectual, Acceso a vacunas, COVID, Innovación, Innovación abierta, Nacionalismo

Se requirió un esfuerzo de colaboración global para revelar las estructuras de las proteínas clave del coronavirus. Ese espíritu está a prueba, a medida que se va desarrollando la vacuna.

La semana pasada, los líderes de Ghana, Pakistán, Senegal y Sudáfrica se unieron a más de 100 ex jefes de gobierno, altos funcionarios e investigadores líderes que escribieron una carta abierta instando a que la investigación científica y la propiedad intelectual sobre las vacunas contra el coronavirus se compartan libremente, y que las vacunas se distribuyan de manera justa, para que los países más pobres no se queden rezagados. Es desafortunado que se haya tenido que escribir una carta así en medio de la peor pandemia de los últimos 50 años. Pero era inevitable, porque algunos gobiernos, incluidos los que financian la primera ola de investigación y ensayos clínicos, aún no se han comprometido con los principios de la ciencia y la innovación totalmente abiertas.

Esto contrasta fuertemente con los informes diarios de rápido intercambio de hallazgos y experiencia entre los investigadores. Esta semana, cubrimos uno de los muchos ejemplos de dicha colaboración. Desde enero, los investigadores de todo el mundo se han pasado el día trabajando para descubrir las estructuras de las proteínas clave que forman el nuevo coronavirus. Sus logros son el resultado del intercambio fluido entre los laboratorios universitarios y las instalaciones nacionales de sincrotrón en países como China, Alemania, el Reino Unido y EE UU. El trabajo que normalmente habría llevado meses, posiblemente incluso años, se completó en semanas. Pero en lugar de aprovechar esta cooperación, algunos países se están refugiando en una especie de tecnoproteccionismo, que no es útil ni para la ciencia ni para la sociedad.

El 10 de enero, cuando los investigadores de China y Australia compartieron la secuencia del genoma del SARS-CoV-2 en línea [1], una red global de biólogos interesados en la estructura de las proteínas virales estaba lista para empezar a trabajar. La red incluía el Centro de Genómica Estructural de Enfermedades Infecciosas, un consorcio de 40 científicos en ocho instituciones de EE UU y Canadá, que desempeñaron un papel central en el proyecto.

El consorcio había priorizado en su lista de tareas el establecer las proteínas que se tenían que abordar primero, y qué laboratorio estudiaría qué proteína; luego, los equipos se propusieron obtener imágenes de alta resolución de estas proteínas, que permiten que el virus ingrese a las células y se replique. Gracias a este trabajo y a esfuerzos similares en otros lugares, los equipos han obtenido más de 170 estructuras de proteínas completas o parciales solas o unidas a un fármaco o receptor. Las imágenes generadas por este trabajo se pueden utilizar para encontrar formas de neutralizar el virus con medicamentos o vacunas.

Simultáneamente, un equipo de biólogos estructurales de la Universidad ShanghaiTech en China comenzó la tarea de revelar la estructura de una enzima clave, Mpro, que el virus necesita para replicarse. Este trabajo, que en el caso de SARS-CoV – el virus que causó el brote del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) – en 2003 se tomó dos meses, esta vez se logró en solo una semana. El equipo compartió sus resultados en el Banco de Datos de Proteínas (Protein Data Bank), un repositorio digital de acceso abierto para estructuras biológicas 3D, accesible a los investigadores de todo el mundo. Mientras trabajaban, los miembros del equipo de Shanghai colaboraron con biólogos estructurales de la Universidad de Oxford, Reino Unido, para compartir conocimientos y evitar duplicidades.

Pero cuando se trata de distribuir algunos de los frutos de ese conocimiento, este espíritu de cooperación parece estar en riesgo. Es crucial que cualquier vacuna, una vez se haya demostrado que funciona, se pueda fabricar y distribuir rápidamente en todos los países. Para que esto suceda, los titulares de propiedad intelectual deben aunar sus conocimientos, como lo hacen los desarrolladores de software de código abierto, para que tanto las empresas grandes como las pequeñas puedan contribuir a resolver la emergencia. Dichas iniciativas de intercambio de propiedad intelectual están en marcha, pero, cuando este artículo iba a imprimirse, ni los gobiernos de EE UU ni del Reino Unido parecían dispuestos a apoyar estos esfuerzos, prefiriendo trabajar de acuerdo con un modelo más convencional, por el cual la propiedad intelectual de una vacuna pertenece al que la desarrolló y no comparte la licencia con nadie que quiera fabricarlo.

Durante una pandemia esto es inaceptable, hay vidas en juego y la población del mundo necesita ser inmunizada. Hasta ahora, la investigación se ha compartido, y los gobiernos de todo el mundo están asumiendo gran parte del riesgo de financiar el esfuerzo de comercializar una vacuna. Por estas razones, se debe compartir la propiedad intelectual.

Compartir patentes no es fácil, pero existe una gran cantidad de literatura legal sobre las patentes en las ciencias de la vida, y estudios de caso sobre los procesos de desarrollo que pueden contribuir a hacerlo bien. Y hay un principio importante en juego. Tal como argumenta a menudo la economista Mariana Mazzucato del University College London, no es justo que los ciudadanos corran con muchos de los riesgos financieros de este esfuerzo y cuando tengamos una vacuna lista para ser administrada, la mayoría de las ganancias sean para un pequeño grupo de empresas (y posiblemente para algunas universidades).

Los científicos no están exentos de competencia: la carrera por publicar un documento o patentar una molécula es muy frecuente. Pero en la carrera por resolver la estructura del SARS-CoV-2, los competidores han trabajado principalmente juntos y han compartido el crédito, y así es como ellos, y los cientos de investigadores que trabajan en campos complementarios, deben continuar trabajando mientras las vacunas y los medicamentos se prueban en ensayos clínicos.

Es un tributo a los científicos involucrados hasta el momento que inmediatamente entendieron que una pandemia requiere una forma de trabajo muy diferente. Es una tragedia que algunos gobiernos nacionales no lo hagan.

Referencias

  1. Wu, F. et al. Nature 579, 265–269 (2020).
creado el 4 de Diciembre de 2020