El artículo que resumimos a continuación [1] propone aprovechar el éxito de la investigación y el desarrollo de medicamentos financiados con fondos públicos y ampliar el modelo para incluir su ciclo completo de desarrollo: los ensayos clínicos, la fabricación y distribución de nuevos medicamentos innovadores a precios asequibles.
Según los autores [1], en EE UU, los medicamentos de marca constituyen el 80% del gasto farmacéutico, pero sólo el 16% de los medicamentos que se utilizan [2]. En 2021, el 1% de las prescripciones eran para el 10% de los medicamentos con mayor precio, pero representaban el 15% del gasto en medicamentos que se venden en farmacias y entre el 20 -25% del gasto institucional [3].
La dependencia de entidades con fines de lucro para gestionar el desarrollo y la comercialización de productos farmacéuticos ha ocasionado un incremento en los precios de los medicamentos, una disminución de la innovación en áreas críticas, desigualdades en el acceso, desabastecimiento frecuente de medicamentos y ha deslocalizado la producción farmacéutica (es decir, la industria se ubica donde le resulta más barato).
EE UU podría generar programas públicos de investigación, desarrollo y fabricación de productos farmacéuticos con el objetivo de reducir los precios de los medicamentos nuevos, aumentar la innovación, prevenir el desabastecimiento e impulsar la inversión en medicamentos con mayores beneficios sociales, de forma muy similar a la propuesta del Fondo Europeo de Medicamentos (FME) que se debate actualmente.
Empresas públicas de investigación y fabricación (PRME)
Un caso exitoso de la inversión de recursos públicos para el desarrollo y la fabricación de medicamentos es el del Departamento de Salud Pública de California que desarrolló un exitoso tratamiento para el botulismo infantil [4]. Otro ejemplo es MassBiologics, el cual era operado por el sistema de la Universidad de Massachusetts, que durante más de 125 años ha logrado desarrollar numerosos productos biológicos para la prevención de enfermedades como el tétanos, la hepatitis B, la varicela zóster y el citomegalovirus, entre otros [5].
En 2004, se presentó al Congreso un proyecto de ley [6] para fortalecer la producción de medicamentos con el objetivo de establecer el “Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Biomédico para gestionar el desarrollo de medicamentos, productos biológicos y dispositivos para: (1) aumentar el número y la eficacia médica de los medicamentos, productos biológicos y dispositivos en el mercado; y (2) poner los medicamentos, productos biológicos y dispositivos a disposición del público a precios razonables”.
Oportunidades
Las empresas públicas de investigación y fabricación (PRME) podrían reducir los precios de los medicamentos, maximizar el bienestar público invirtiendo en medicamentos como antibióticos, vacunas y medicamentos para las enfermedades cardiovasculares y la diabetes, fortalecer los incentivos para la innovación, gestionar la propiedad intelectual, como las patentes y el “know how”, de una manera que acelere la innovación.
Además, las PRME podrían estimular la innovación otorgando licencias abiertas de patentes para permitir: (1) que los investigadores desarrollen nuevos tratamientos, (2) mejore la transparencia de la información que es crítica para pacientes, investigadores y fabricantes de medicamentos permitiendo que se compartan los datos de los ensayos clínicos y “know how” de fabricación, y (3) la publicación de los costos de sus ensayos clínicos para ayudar a entender el costo de la I+D para el desarrollo de nuevos fármacos.
Desafíos
El principal desafío es la gran inversión de capital necesaria para poner en marcha empresas nacionales de investigación y fabricación de medicamentos. El plan europeo también reconoce esta problemática y exige un presupuesto anual de €6.500 millones (US$7.150 millones). Los costos iniciales deberían verse compensados cuando las PRME sean financieramente sostenibles, si se desarrollan proyectos de investigación enfocados en medicamentos que ofrezcan beneficios sociales y viabilidad económica.
Otro desafío es la actitud de la industria farmacéutica hacia la competencia, en especial de instituciones de propiedad pública. No obstante, la competencia con las PRME podría corregir comportamientos anticompetitivos como el abuso de patentes y la astucia regulatoria, y motivaría a las empresas a invertir más en investigación y/o cobrar precios más bajos, lo que nos beneficiaría a todos.
La discrepancia temporal entre los costos y los beneficios de las PRME es otro desafío, ya que sus ventajas se manifestarán en un plazo de 5 a 10 años. Por lo tanto, es necesario que los responsables de la formulación de políticas y sus electores reconozcan que las ventajas del programa serán acumulativas y a largo plazo. Sin embargo, la disminución de los precios de los medicamentos, los costos de hospitalización y el bienestar general de nuestra sociedad compensarían el elevado costo inicial del capital.
En conclusión, las PRME constituyen una solución transformadora a la crisis de precios de los medicamentos y a los problemas relacionados de acceso inadecuado y desigual a los medicamentos.
Fuente Original
Referencias