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Gestión de los Ensayos Clínicos, Metodología, Costos y Conflictos de Interés

Los eventos adversos en los ensayos clínicos Fase I
Salud y Fármacos, 4 de abril de 2020

Los ensayos clínicos Fase I en voluntarios sanos se hacen para conocer la tolerancia y seguridad de las moléculas experimentales. Sin embargo, la literatura indica que no hay claridad en cómo se informan y gestionan las reacciones adversas. Las regulaciones establecen que “riesgo mínimo” se refiere a los riesgos de la vida diaria, pero no hay forma de dimensionarlos. Las opiniones de los CEIs en relación con los riesgos que se consideran aceptables y cuando hay que aplicar estrategias de mitigación son divergentes. En definitiva, aunque informar sobre eventos adversos es una parte importante de la estrategia para proteger a los participantes en ensayos clínicos, los estándares normativos son inciertos.

Cuando se trata de ensayos clínicos de Fase I, se deben declarar todos los signos, síntomas o problemas médicos que experimenten los voluntarios durante el experimento como eventos adversos; es decir cualquier cambio corporal, independientemente de su gravedad y de si es atribuible o no al medicamento. La relación causal entre el evento adverso y el producto la determina el investigador o el patrocinador al concluir el ensayo clínico.

Los metaanálisis de ensayos Fase I indican que son bastante seguros, pero los eventos adversos son frecuentes. Se ha documentado que hasta el 65% de los participantes experimentan al menos un evento adverso, muchos de ellos se consideran leves y pasajeros, como el dolor de cabeza o los problemas gastrointestinales. Sin embargo, estos metaanálisis no indican la intensidad del dolor de cabeza, ni su duración, ni el nivel de incomodidad que causan los problemas gastrointestinales. También hay que reconocer que alguna vez ha habido muertos o voluntarios que han sufrido lesiones irreversibles. Es decir, los eventos adversos abarcan desde eventos leves o de riesgo mínimo, a severos e incluso catastróficos.

McManus et al [1] se propusieron documentar como los participantes en ensayos clínicos Fase I experimentan sus eventos adversos y los de sus compañeros. Para ello realizaron entrevistas semi-estructuradas a 131 participantes en ensayos clínicos Fase I que se habían implementado en siete clínicas distribuidas en todo el territorio de EE UU. La mayoría eran hombres (76%), pertenecientes a minorías étnicas (65,6%), mayores de 30 años (81%), poco más de una tercera parte tenían un trabajo de tiempo completo (35,9%) y el ingreso familiar de la mayoría era inferior a US$50.000 (85%). En concreto, los investigadores solicitaron que los participantes reflexionaran y compartieran su percepción de la frecuencia de eventos adversos (que ellos o sus compañeros habían experimentado), y las razones por las que se produjeron.

Los investigadores encontraron que, independientemente de los eventos adversos que hubieran sufrido, prácticamente todos los entrevistados tendieron a minimizarlos, negarlos o los atribuyeron a otras circunstancias, rechazando la idea de que pudieran estar relacionados con el producto en investigación. El análisis de las entrevistas indica que esta tendencia a negar o disminuir la importancia de los eventos adversos responde a varios factores incluyendo:

  • Los participantes consideran que sus eventos adversos son mucho menos importantes que los que hubieran podido experimentar, teniendo en cuenta la información que aparece en el consentimiento informado.
  • Atribuyen algunos eventos adversos al hecho de estar internados, por ejemplo, si tienen dolores de cabeza es porque en la clínica no consumen nada de cafeína y experimentan un síndrome de abstinencia, si tienen dolor de espalda lo atribuyen al cambio de cama, los problemas gastrointestinales al cambio de dieta etc.
  • Los eventos que experimentan son leves comparados con los que han experimentado sus compañeros (aunque estos estén participando en otro ensayo clínico).
  • Asignan menos importancia a los efectos adversos porque saben que el centro no les dejará salir hasta que se encuentren bien.
  • La tendencia a negar los eventos adversos se relaciona con el número de ensayos en los que han participado.
  • Algunos clasificaron a los eventos adversos como insignificantes porque no eran desagradables (por ejemplo, pesadillas o euforia)
  • Algunos dudaban de si habían experimentado un evento adverso o se lo habían imaginado, inventado o era psicosomático. En parte esto se debe a que los empleados de las clínicas no proveen retroalimentación, ni confirman o niegan la legitimidad de los síntomas.
  • Algunos no dan crédito a los eventos adversos de sus compañeros, creen que lo hacen para que los saquen del estudio y puedan cobrar como si hubieran estado participando hasta el final.
  • Algunos pensaban que los efectos adversos que experimentaban otros se debían a que habían ocultado información sobre su historia clínica o su participación en ensayos clínicos anteriores

Los autores de este artículo concluyen que la tendencia de los participantes a minimizar la importancia de los eventos adversos se debe principalmente a dos cosas: (1) las condiciones en las que se realizan este tipo de ensayos y (2) la necesidad que tienen los participantes de justificar que pueden seguir ofreciéndose como voluntarios en otros ensayos y eludir la reconsideración de si debieran seguir participando.

Los hallazgos de este estudio plantean varios dilemas éticos para los investigadores y para los responsables de proteger a los pacientes utilizando estrategias de la mitigación y gestión de los eventos adversos. Además de cuestionar si el consentimiento informado comunica adecuadamente los riesgos, teniendo en cuenta que los participantes minimizan la posibilidad de que estos riesgos se traduzcan en daños corporales, también es probable que los participantes no informen los eventos que consideran insignificantes o imaginarios a los coordinadores del estudio. Es decir, los informes de eventos adversos no son confiables, lo que dificulta la protección de los participantes y pone en duda la confiabilidad de los resultados de los ensayos clínicos.

Los autores sugieren ayudar a los participantes a identificar los eventos adversos que se deben reportar, y proponen que una vez concluido el estudio se les provea información sobre los eventos adversos atribuibles al producto en experimentación. Esto podría ayudar a que los voluntarios identificaran mejor los eventos adversos en ensayos subsecuentes.

Estudios sobre los eventos adversos en los ensayos Fase I con productos oncológicos han aportado resultados parecidos, pero en ese campo un reporte bajo puede deberse a la dificultad de identificar si el evento adverso se debe a la evolución de la enfermedad, al producto en experimentación o a otras comorbilidades o a una combinación de todos estos factores [2].

Referencias

  1. McManus, L., Davis, A., Forcier, R. L., & Fisher, J. A. (2019). Appraising Harm in Phase I Trials: Healthy Volunteers’ Accounts of Adverse Events. The Journal of Law, Medicine & Ethics, 47(2), 323–333. https://doi.org/10.1177/1073110519857289
  2. Strzebonska, K., & Waligora, M. (2019). Underestimation of Harms in Phase I Trials. The Journal of Law, Medicine & Ethics, 47(2), 334–335. https://doi.org/10.1177/1073110519857290
creado el 4 de Diciembre de 2020