Salud y Fármacos is an international non-profit organization that promotes access and the appropriate use of pharmaceuticals among the Spanish-speaking population.

Ventana Abierta

LA PUBLICIDAD Y EL USO ADECUADO DE LOS MEDICAMENTOS
José Augusto Cabral de Barros
Departamento de Medicina Social, Universidad Federal de Pernambuco

En los últimos años, tal como han reflejado los medios de comunicación, ha aumentado mucho el interés por temas relacionados con los medicamentos, y también ha aumentado la preocupación de las agencias reguladoras y de los organismos de defensa del consumidor en torno a esos temas.

Una de las cuestiones que preocupa es que los ensayos clínicos que solían realizarse en instituciones académicas se están ejecutando, cada vez con mayor frecuencia, en centros de investigación privados creados específicamente para vender este tipo de servicios (tanto para investigar la efectividad de moléculas nuevas como para estudiar si productos existentes son efectivos para otras indicaciones). Según los críticos, esta nueva estrategia podría limitar la libertad e independencia de los investigadores y reducir la fiabilidad de la información que se divulga. Los testimonios de los investigadores que han recibido amenazas por mantener su independencia confirman la presencia de este conflicto. Los editores de varias revistas médicas han reaccionado a esta situación proponiendo un conjunto de cláusulas que deberán incluirse en los contratos entre los investigadores y la industria farmacéutica, y que deberán de tenerse en cuenta en el momento de publicar los resultados (ver el documento en www.gpp-guidelines.org). Mientras tanto siguen aumentando las denuncias de amenazas o acciones judiciales contra investigadores [1,2,3].

Uno ejemplo reciente que ilustra el comportamiento de la industria es el caso del rofecoxib (Vioxx), que llegó a tener ventas de 2.500 millones de dólares anuales y fue retirado voluntariamente por el laboratorio productor tras publicarse un artículo en el New England Journal of Medicine en el que se documentaba que su uso prolongado aumenta el riesgo de daño cardiovascular, y que estudios anteriores ya habían sugerido la posibilidad de que existiera ese riesgo. El desenlace de este caso ha contribuido a aumentar la presión para exigir mayor transparencia en la presentación de los resultados de ensayos clínicos y sobre todo en la publicación de todos los riesgos, que con frecuencia se han infravalorado u ocultado. Otro aspecto que el caso Vioxx lleva cuestionarse es por qué la iniciativa de retirar este producto del mercado surgió del fabricante y no de la agencia reguladora.

No hay duda de que el medicamento, como cualquier principio activo, tiene una actividad terapéutica y también puede ocasionar efectos indeseables. La divulgación de la información sobre el medicamento debe ser veraz y debe tener en cuenta a quién va dirigida y la forma como se va a divulgar. Una buena parte de la información que a través de los medios de comunicación llega a los prescriptores y a los consumidores – es publicidad disfrazada de “noticia”, y a los profesionales de las salud además les llega como “material educativo” o de “actualización farmacoterapéutica” [4].

La Organización Mundial de la Salud definió en 1988 el término “promoción” como el conjunto de las actividades informativas y de persuasión realizadas por los fabricantes y distribuidores con el objetivo de inducir a la prescripción, la dispensación, la adquisición y la utilización de un medicamento [5].

Estudios realizados en diferentes países evidencian el carácter tendencioso del material publicitario dirigido a profesionales de la salud. Las comparaciones de la información que otorga la industria sobre un mismo producto a países diferentes indica que la industria ha omitido datos farmacotécnicos que serían esenciales para una prescripción adecuada [6,7,8].

Los productores invierten en publicidad el doble o el triple de lo que invierten en la investigación y desarrollo de nuevos fármacos. La mayor parte del gasto es para “educar” a los prescriptores pero el gasto en propaganda dirigida al consumidor también ha aumentando. En el año 2000 EE.UU. gastó 2.500 millones de dólares en propaganda dirigida al consumidor (1.700 millones en 1999), y la mayor parte de estos fondos se dedicaron a propaganda televisiva de medicamentos que precisan receta. El gasto en anuncios por televisión se incrementó en un 27% con respecto al año anterior. Además en el 2000, la industria patrocinó 314.000 eventos “educativos” (en 1999 había patrocinado 280.000 y en 1993 70.000l). Como consecuencia se observó que los 50 productos más anunciados en el 2000 fueron los responsables de un 47,8% del aumento de las ventas en farmacia [9].

La industria farmacéutica ha postulado algunas propuestas de autorregulación: en 1981 se aprobó el código de ética de la International Federation of Pharmaceutical Manufacturers Associations (IFPMA), y se revisó en 1994. Sin embargo, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que actúan en favor del uso racional de medicamentos, como Acción Internacional por la Salud (HAI por sus siglas en inglés) han manifestado que el sistema es ineficaz, y diferentes evaluaciones independientes han llegado a la conclusión de que el sistema de autorregulación no previene ni castiga la publicidad tendenciosa o engañosa. La verdad es que las empresas afiliadas a IFPMA no tienen una estrategia para monitorear el cumplimiento del código y no hay un sistema que imponga sanciones importantes cuando se detectan violaciones de su cumplimiento [10,11].

Es importante que se establezcan centros de información de medicamentos, que sean independientes de la industria, y que divulguen información a los prescriptores, consumidores y a los que dispensan los medicamentos.

La publicidad, incluyendo la que se distribuye electrónicamente a través del internet, tiende a exagerar el poder de los fármacos, y refuerza la medicalización de proceso salud -enfermedad al aumentar el “valor simbólico” del medicamento. Este modelo biomédico es cartesiano y mecanicista [12], enfatiza el tratamiento de las partes y, junto con los intereses del mercado sanitario, ha contribuido a deshumanizar la medicina y ha llevado a intensificar la búsqueda de alternativas terapéuticas más coherentes con una visión holística del proceso salud/enfermedad [13].

En el contexto de la ideología dominante -que hace del consumo la pretendida fuente de la felicidad- y en donde las técnicas publicitarias utilizan a la salud y explotan el valor simbólico de los medicamentos más que el valor-de-su-uso (la acción terapéutica del principio activo) con el propósito de incrementar el valor-de-cambio (condición de la mercancía generadora de lucro), la publicidad de los medicamentos se convierte en un arma que va en detrimento de lo que debería ser la función principal del medicamento, la de aliviar los síntomas o curar las enfermedades.

En suma, el hecho de considerar a los medicamentos como mercancías sin ninguna connotación que las diferencie de las demás, termina por acarrear obstáculos a la prescripción, a la dispensación y al uso final y racional de los medicamentos. Las agencias reguladoras, con pocas excepciones en uno o dos países desarrollados, están poco preparadas para contribuir a la superación de estos obstáculos. La confianza exagerada en la capacidad terapéutica de los fármacos provoca gastos innecesarios tanto de parte del individuo como de la sociedad -vía programas de asistencia farmacéutica o de reembolso por parte del Estado- además de efectos adversos de mayor o menor gravedad.

La ineficacia de los sistemas de control de la información permite concluir que debería prohibirse la publicidad de los medicamentos. Pero esto en un contexto en donde se valora la libertad de expresión, y donde la mayoría de las Constituciones reconocen este derecho, es una propuesta destinada al fracaso. En las circunstancias actuales, y considerando a los diferentes agentes involucrados en la cadena de uso de los medicamentos, además de fortalecer la regulación de los productores, se deberían potenciar los centros alternativos de información y actualización en farmacoterapéutica, independientes de la industria, que provean información a los prescriptores, a los consumidores y a los que dispensan los medicamentos.

Referencias:
1. Kassirer JP. Reflections on medical journals: ¿Has progress made them better? Ann Intern Med 2002;137:46-48.
2. Rennie D. Thyroid storm. JAMA 1997;277:1238-1243.
3. Smith R. Medical journals and pharmaceutical companies: uneasy bedfellows. BMJ 2003;326:1202-1205.
4. Barros JAC. Políticas farmacêuticas: ¿La serviço de los intereses de la salud? Brasília: UNESCO/ANVISA; 2004.
5. WHO. Ethical criteria for Medicinal Drug Promotion. Ginebra; 1988.
6. Barros JAC. La (des)información sobre medicamentos: O duplo padrão de conduta da indústria farmacêutica. Cadernos de Saúde Pública 2000;16(2):110-119.
7. Barros JAC, Joany S. Anúncios de medicamentos em revistas médicas: ¿Ajudando a promover a boa prescripção? Ciência & Saúde Coletiva 2002;7(4):891-898.
8. Vieira, RCPA. Propaganda de medicamentos distribuídas aos médicos: Aspectos legais, farmacológicos e de mercadização. Tese de Doutorado apresentada no Instituto de Medicina Social da Universidade do Estado do Rio de Janeiro; agosto de 2004.
9. Findlay S. Prescription drugs and mass media advertising. Research Report by the National Institute for Health Care Management. Washington DC; noviembre de 2000.
10. Health Action International. ¿Self-regulation or self-deception? Commentary on the 1994 Revision of the IFPMA Code of Pharmaceutical Marketing Practices. Amsterdam: HAI Europe; 1994.
11. Mintzes B. Blurring the boundaries: new trends in drug promotion. Amsterdam: HAI/Europe; 1998.
12. Barros JAC. Pensando o processo saúde e doença: ¿A quem serve o modelo biomédico? Rev. Saúde e Sociedade 2002;11(1):67-84.
13. Martins PH. Contra a desumanização da medicina, Petropólis, Editora Vozes; 2003.

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modificado el 28 de noviembre de 2013