Una organización internacional sin ánimo de lucro para fomentar el acceso y el uso adecuado de medicamentos entre la población hispano-parlante

Industria y Mercado

Brasil. Comprender la dependencia nacional de los medicamentos importados

(Entendendo a dependência nacional de medicamentos importados)
Evanildo da Silveira
Revista Questão de Ciência, 24 de febrero de 2021
https://www.revistaquestaodeciencia.com.br/questao-de-fato/2021/02/24/entendendo-dependencia-nacional-de-medicamentos-importados
Traducido por Salud y Fármacos, publicado en Boletín Fármacos: Economía, Patentes y Precios 2021; 24(2)

Tags: soberanía nacional, pandemia, Covid, CEME, CODETEC, Cibran, la Microbiológica, Nortec / Norquisa, Biobrás, producción nacional, OMC, ADPIC

Además de causar alrededor de 2,5 millones de muertes y el caos social y económico que se ha ido extendiendo por el mundo, la pandemia de COVID-19 ha dejado al descubierto una situación que pocos brasileños conocían: la dependencia que tiene el país de la importación de insumos para la fabricación de medicamentos y vacunas. En general, el país compra el 95% de lo que necesita en términos de medicamentos y el 100% de las inmunizaciones contra el nuevo coronavirus. Pero no siempre fue así. A mediados de la década de 1980, la producción nacional cubría el 55% de la demanda interna.

La historia de la industria farmacéutica en Brasil es larga. Como en otros países, hasta finales del siglo XIX se manipulaban los productos naturales en las boticas.

“A fines del siglo XIX se estableció una mayor articulación entre la investigación, la producción y las estrategias de mercado para los productos”, dice Jorge Bermúdez, jefe del Departamento de Política de Medicamentos y Asistencia Farmacéutica de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz). “La Segunda Guerra Mundial detonó la expansión internacional de empresas transnacionales e incluso una asociación con las nacionales, pero en Brasil hubo un proceso de desnacionalización”.

Durante las décadas de 1940 y 1950, hubo una política de desarrollo, con una reducción de las importaciones, pero la producción nacional aún estaba predominantemente a cargo de empresas transnacionales, era un proceso de dependencia externa. Recién en la década de 1960 comenzaron a surgir cambios. “En ese momento, había un movimiento importante, con iniciativas de la sociedad civil organizada, que proponían una empresa estatal fuerte, vinculada a la lucha por la soberanía nacional”, recuerda Bermúdez. “Se llamó Farmoquímica Brasileira SA (Farmobrás SA), pero el gobierno nunca la priorizó de forma efectiva”, agrega.

También según Bermúdez, en esa misma década se creó el Consejo de Fomento Industrial y sus grupos ejecutivos (Industria Farmacéutica e Industria Farmaquímica). “En 1971 se creó el Centro de Medicamentos (CEME), que durante varios años desarrolló con el Departamento de Tecnología Industrial propuestas, parcialmente implementadas, para los subsistemas de Información, Producción, Distribución, Investigación Científica y Evaluación y Control”, explicó. “El Plan Maestro de CEME incluía varias iniciativas para fortalecer los laboratorios oficiales de producción farmacéutica”. La empresa se disolvió en 1997.

El físico Rogério Cezar de Cerqueira Leite, profesor emérito de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp), dijo que una de las estrategias que Inglaterra y EE UU utilizaron durante la Guerra de Malvinas (1982) fue bloquear el envío de medicamentos, fármacos y suministros para la producción de estas sustancias a Argentina. “Brasil no apoyó plenamente este bloqueo, pero el país vecino se debilitó significativamente”, explica. “Como resultado, el gobierno militar brasileño implementó un programa para apoyar a la naciente industria farmacéutica y sus insumos. Con eso, la que era prometedor, sobrevivió”.

A través de la ingeniería inversa, varios productos que hasta entonces se importaban, se empezaron a fabricar en Brasil. “Una sola empresa involucrada en este programa, CODETEC, desarrolló la tecnología para producir 80 de los 300 ingredientes activos de la farmacia básica brasileña”, dice. “Veinte de estos productos se produjeron y comercializaron en el país. Fue, obviamente, el inicio de la formación brasileña en el sector de la química fina, que incluye a los productos farmacéuticos”.

Un poco más tarde, las cosas empezaron a ir mal. Según Paulo Roberto Feldmann, profesor de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de São Paulo, entre finales de los 80 y hoy, Brasil atravesó un “violento proceso de desindustrialización”. La industria manufacturera, que en la década de 1980 alcanzaba casi el 30% del PIB, hoy representa solo el 9%. “Esta desindustrialización ocurrió en casi toda América Latina, ya que esta región se embarcó en el ‘Consenso de Washington’ (CW), que surgió en 1989, que incluyó un conjunto de medidas creadas por importantes instituciones globales con sede en Washington, como el FMI y el Banco Mundial y otros, que defendieron la ideología neoliberal”, explica.

“Los países que siguieron el folleto del Consenso de Washington, es decir, eran ‘buenos chicos’, obtuvieron mucha ayuda del FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC)”, agrega. “El plan consistía en la implantación del Estado mínimo, el fin de los planes y políticas industriales y de las reservas de mercado, la privatización de todo, el respeto absoluto a las leyes de propiedad intelectual y, sobre todo, la apertura irrestricta a las importaciones. Dijo que cada país solo debe producir aquello en lo que tiene una ventaja comparativa, es decir, América Latina debe concentrarse en la agricultura”.

Algunas medidas en el área farmacéutica, adoptadas por los gobiernos de Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, demuestran la adhesión de Brasil al Consenso de Washington. “Empresas productoras de insumos para medicamentos, como la Companhia Brasileira de Antibiotics (Cibran), la Microbiológica, Nortec / Norquisa y Biobrás fueron impactadas negativamente por la política de apertura de fronteras y mercados del gobierno de Collor, en 1991, que redujeron los impuestos a la importación de productos que se fabricaban a nivel nacional”, dice Bermúdez.

Durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, una de las medidas más impactantes fue la adhesión de Brasil al Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC), un tratado internacional, parte del conjunto de acuerdos firmados en 1994, que puso fin a la Ronda de Uruguay – que en realidad terminó en Marrakech – y creó la OMC. Dos años después, el Congreso Nacional aprobó la Ley 9.279 / 1996, por la cual Brasil estaba obligado a respetar las patentes y la propiedad intelectual de otros países.

Para muchos, esta ley es la principal responsable de que Brasil dependa casi por completo de la importación de insumos para la producción de medicamentos y vacunas. Para otros, sin embargo, hay otros factores involucrados. Entre los primeros se encuentra el economista Fernando Sarti, profesor del Instituto de Economía e investigador del Centro de Economía y Tecnología Industrial (NEIT), de la Unicamp. “La adhesión de Brasil al ADPIC no favoreció el desarrollo tecnológico nacional”, dice. “Tiene sentido decir que, desde este punto de vista, la política [adoptada por el gobierno] fue inadecuada”.

El investigador Paulo Lee Ho, del Centro Bioindustrial, del Instituto Butantan, recuerda que Brasil se adhirió al ADPIC dos años después de su firma, lo que obligó al país a respetar las patentes, mientras que otros países tuvieron un plazo de 10 años, renovable hasta 2016, para ratificar el acuerdo. “En lugar de afrontar el tema como de soberanía nacional y preparar nuestra industria, el Estado legisló a favor de los imperios industriales”, dice. “No tenemos política de Estado, solo tenemos, cuando tenemos, política de gobierno”.

También hay quienes son más incisivos a la hora de criticar la Ley 9.279 / 1996. Por ejemplo, Cerqueira Leite. “Brasil creó esta legislación, claramente perjudicial para los intereses nacionales, para complacer al gobierno de EE UU”, dice. “Fue una concesión del sujeto sumiso al patrón. No tenía interés económico para Brasil. Esta ley, aprobada por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, no solo aniquiló la naciente industria farmacéutica nacional, sino que también inhibió la investigación en el sector. Como resultado, Brasil se vio obligado a importar productos farmacéuticos e insumos para producirlos”.

Para él, la administración de Fernando Henrique “es inequívocamente responsable del atraso en el que se encuentra hoy Brasil en el sector farmacéutico y en otras áreas industriales relacionadas con la química”. China y Rusia, por ejemplo, al principio se negaron a firmar el acuerdo de propiedad intelectual, India aceptó, pero tardó 10 años en firmar, lo que le permitió consolidar su naciente industria farmacéutica.

Hoy, según Cerqueira Leite, estos tres países no solo son productores de vacunas, sino que también de gran parte de los principios activos de los medicamentos que el mundo consume hoy. “No se puede afirmar que si Brasil no hubiera aceptado la legislación de patentes vigente tendría el mismo nivel de desarrollo tecnológico en productos farmacéuticos y biofarmacéuticos que ellos, pero ciertamente no estaría en esta situación de mendicidad científica en la que se encuentra hoy”.

Del lado de quienes no culpan la dependencia de Brasil de los insumos importados al convenio de propiedad intelectual está Jorge Costa, asesor de la Vicepresidencia de Producción e Innovación en Salud de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz). “Este es un proceso histórico que es multifactorial”, dice. “El primer factor, quizás el principal, fue la competencia con los países asiáticos, que pueden producir a un precio muy competitivo”, explica. Con eso, el mercado nacional quedó a merced de las importaciones, porque es más barato comprar en el exterior que producir localmente”.

Otro factor que contribuyó fue la interrupción gradual de la producción por parte de las empresas que fabricaban ingredientes farmacéuticos activos (IFAs). “Era más ventajoso comprar estos productos en el extranjero, como en China, por ejemplo, que producirlos aquí”, explica. “Por esta razón, muchas empresas han cerrado sus plantas de producción de los IFAs”.

Gonzalo Vecina Neto, médico sanitarista y profesor de la Facultad de Salud Pública de la USP (FSP-USP), fundador y expresidente de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), dice que los países asiáticos tienen parte de la culpa de que Brasil tenga que importar casi todos los suministros de medicamentos y vacunas. “India y China, al producir a gran escala, acaban colocando el producto en el mercado a un precio ridículo”, explica.

Además, agrega, los dos países tienen políticas de protección de la salud de los trabajadores que tienen un impacto mucho menor en los costos de producción que Brasil. “Sus medidas de control ambiental también son muy débiles”, dice. “Esta área de insumos farmacéuticos, desde el punto de vista de producción industrial, es muy sucia. Como las dos naciones tienen poco control ambiental, terminan teniendo una ventaja muy grande sobre un país como Brasil, que, aunque no lo suficiente, ya ha avanzado en este tema”.

Respecto a la propiedad intelectual, Vecina dice que Brasil siempre la ha respetado, y cita a D. Pedro II como uno de los pioneros. “Durante la dictadura, los militares implementaron una política de sustitución de importaciones y una de las áreas más importantes que fue blanco de esta política, fue la de los medicamentos”, dice. “A partir de los años 70, Brasil dejó de respetar las patentes en el área de medicamentos, pero fue una excepción”.

Esto duró hasta el gobierno de Fernando Henrique, cuando las multinacionales farmacéuticas pusieron mucha presión para que el país respetara la propiedad intelectual y las patentes. “Con eso obtuvieron muchas concesiones exclusivas para Brasil”, dice Vecina. “China, India y Rusia, por ejemplo, y varios otros países del tercer mundo tardaron el mayor tiempo posible para reconocerlas. Pero es obvio que cualquier país que no sea parte de los ADPIC, cuyos firmantes son los que respetan la propiedad intelectual, está fuera de la OMC y del comercio mundial”.

Por eso, dice Vecina, los países que no aceptaron las reglas inicialmente acabaron haciéndolo, porque no se podían quedar fuera del comercio internacional, menos un país del tamaño de Brasil. “Las consecuencias para el país de haberse adherido a los ADPIC casi de inmediato son que la industria farmacéutica multinacional sigue beneficiándose”, dice. “Lo que hicieron India, Rusia y China fue cumplir lo que permitía el acuerdo. Brasil abdicó de eso y el Congreso se ‘vendió’ a la industria farmacéutica multinacional e hizo la ley como quiso”.

creado el 16 de Junio de 2021