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Comunicación
RECETAS Y NEGOCIO
Marcia Angell (catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Harvard) y Arnold S. Relman (profesor emérito de la misma universidad). Han sido editores del New England Journal of Medicine

Pocos estadounidenses reconocen el poder que la industria farmacéutica tiene sobre su sistema de salud. El coste de las medicinas está aumentando demasiado rápidapidamente, 19% en un año, y dentro de poco van a superar el costo de los salarios de los médicos, que es el segundo rubro de gasto después de los hospitales.

La industria farmacéutica dice que ese es el precio del éxito. Dicen que su industria enfrenta muchos riesgos porque se trata de un mercado muy competitivo. Dicen que sólo alcanzan a cubrir los enormes gastos de investigación y de desarrollo y que consiguen producir medicamentos nuevos en interés de la población.

Los hechos son los siguientes: la industria farmacéutica gasta 2 o 3 veces más en comercialización y administración que en investigación y desarrollo, y sus ganancias representan el doble de sus gastos en investigación y desarrollo. Por ejemplo, GlaxoSmithKline gastó 37% de sus ganancias en mercadeo y administración y únicamente el 14% en investigación y desarrollo logrando así un 28% de ganancias. De todas las industrias en EE.UU. la farmacéutica es la que más ganancias tiene.

En cuanto a la capacidad innovadora: sí, en las ultimas décadas la industria ha producido nuevos fármacos, pero muchos de ellos salieron de la investigación básica efectuada en el Instituto Nacional de Salud o en otros laboratorios académicos con financiamiento del propio Instituto. Otros los produjeron pequeñas compañías de biotecnología que luego vendieron las licencias a las compañías más grandes. Sólo 2 de los 10 mejores fármacos de Bristol-Myers Squibb se descubrieron en su propio laboratorio. Es más, el número de fármacos nuevos que salen al mercado ha disminuido en los últimos 5 años.

Los laboratorios más grandes están poniendo muchos de sus recursos en el desarrollo y comercialización de fármacos que no añaden valor terapéutico a los ya existentes (me too drugs), o variantes de fármacos viejos que estaban ya en el mercado. Entre muchos ejemplos podemos citar el Claritin, que es un antihistamínico como muchos otros; el Zoloft que es como muchos otros antidepresivos; y el Zocor que es otro de los productos para disminuir el colesterol. La producción de medicamentos similares a los existentes es relativamente fácil pero el éxito de su comercialización depende de campañas publicitarias masivas para atraer a los consumidores a la marca y para persuadir a los médicos para que receten ese medicamento en lugar de otro más barato. Esto es lo explica los presupuestos tan elevados de mercadeo.

Muy lejos de ser un ejemplo de mercado libre, la industria farmacéutica disfruta de muchas protecciones gubernamentales y de subsidios. Además de beneficiarse de la investigación hecha por las universidades con fondos públicos, las compañías farmacéuticas pagan pocos impuestos porque pueden deducir sus gastos de mercadeo así como también sus gastos de investigación y de desarrollo.

Todavía más importante, sus fármacos disfrutan de 17 años (o más) de protección de patente. Una vez que a un fármaco se le otorga una patente y se le da una marca, nadie más puede venderlo y la compañía esta libre de cobrar lo que el mercado tolere sin tener que temer la competencia de los medicamentos genéricos. No es de extrañar que las compañías peleen por ampliar la vida de sus patentes y por obtener nuevas patentes para viejos medicamentos. Eso se puede hacer fácilmente, proponiendo un nuevo uso o cambiándole la dosis de presentación, o combinando 2 medicamentos viejos en una sola pastilla. El fármaco antidiabético glucófago XR es la nueva patente de del laboratorio Bristol-Myers-Squibb, y se trata de un medicamento de administración única diaria que reemplaza al glucófago que se tomaba dos veces al día y cuya patente expiró el año pasado.

La industria farmacéutica consagra enormes sumas a promover sus intereses. Tienen el grupo más fuerte de cabildeo en Washington y contribuyen mucho económicamente en las campañas políticas. La mitad del presupuesto de la FDA para la evaluación de los nuevos fármacos proviene de las compañías farmacéuticas, haciendo que la FDA dependa de la industria que debe regular—un obvio conflicto de interés. La industria también gasta abundantemente para influenciar a los médicos para que receten sus medicamentos y a los investigadores que hacen los experimentan de sus fármacos en seres humanos. El año pasado las compañías farmacéuticas gastaron más de US$8.000 millones y emplearon a 83.000 representantes de ventas para influenciar a los médicos. Se les proporcionaron regalos, cenas y viajes, al igual que US$8.000 millones en muestras gratuitas. Las compañías pagan e influyen una buena parte de la educación médica continua que reciben los médicos y que necesitan para renovar sus licencias, y también pagan por las reuniones de las sociedades médicas donde exponen sus mercancías y patrocinan sus propios programas.

Las compañías también quieren influenciar a los investigadores que experimentan las medicinas en las personas. Están también llegando a arreglos financieros con las universidades, con centros académicos y con profesores. Estos acuerdos ponen en tela de juicio la objetividad y la credibilidad de la investigación clínica ya que un creciente número de investigaciones farmacológicas está siendo manejadas por firmas financiadas por las compañías farmacéuticas de quienes dependen enteramente.

Además, en los contratos con los investigadores académicos, las compañías insisten ahora muy frecuentemente en controlar como se debe de hacer la investigación, como se debe reportar la información y si los resultados deben de publicarse o no. Recientemente, ha habido varias estudio financiados por compañías farmacéuticas que no permiten que se divulguen los resultados de la investigación que no es favorable a sus fármacos.

Los fármacos que requieren receta no son como los otros productos de consumo. Para millones de pacientes son necesarios para su la salud o para sobrevivir. Pero la industria farmacéutica actúa como si su única responsabilidad fuera satisfacer a sus accionistas.

Ha llegado el momento de enjuiciar a la industria farmacéutica y hacerla responsable. En este momento esto es muy urgente, ya que se quiere ampliar el programa de Medicare para que cubra el costo de los medicamentos. A la industria le gustaría ver como se añade este beneficio sin que aumente la regulación, pero eso haría subir mucho más rápido el precio de los medicamentos y les daría todavía más beneficios a las compañías. La reglamentación futura de los medicamentos que precisan receta hay que hacerla basándose en el comportamiento de la industria, y la mejor forma entender su comportamiento es con testimonios en las audiencias del congreso. No podemos pensar en otra tarea de investigación más urgente para el comité de salud del senado del congreso.

Traducido de The Washington Post 20 de junio de 2001 por José Antonio Serna

 

modificado el 28 de noviembre de 2013