Cuando la innovación farmacéutica se basa en el sistema de patentes, no todas las enfermedades son iguales. Para ser más precisos, no todos los problemas de salud son igualmente rentables para las compañías farmacéuticas, especialmente, los tratamientos para los problemas que podrían afectar desproporcionadamente a las personas en países menos adelantados o en desarrollo. Es improbable que las inversiones en mercados con menor poder adquisitivo sean rentables y, por lo tanto, no atraen el capital de las farmacéuticas para invertir en innovación. Esta distorsión en las prioridades de investigación es una característica fundamental del sistema de patentes, no un defecto. Sin embargo, si no se puede confiar en el régimen de propiedad intelectual ¿cómo se podrían abordar estos desafíos de salud?
En el Día Mundial de la Anemia Falciforme, el Ministerio de Asuntos Indígenas anunció el Premio Bhagwan Birsa Munda para el Desarrollo de Medicamentos para la Anemia Falciforme (Premio AF). Como su nombre indica, el Ministerio, en colaboración con AIIMS Delhi, organizará un concurso para el desarrollo de medicamentos para la anemia falciforme (AF). Los premios serán de entre 1 y 10 millones de rupias, y la propuesta seleccionada recibirá una financiación de hasta 10 millones de rupias para el desarrollo de nuevos fármacos. El gobierno ha apostado por una forma alternativa de innovación para abordar la anemia falciforme (AF): el sistema de premios.
¿Por qué se necesita un premio?
Cuando se considera la necesidad de otorgar un premio, es importante entender qué es lo que la anemia falciforme (AF) tiene de especial para que el sistema de propiedad intelectual no la pueda abordar de forma integral. La AF es una enfermedad sanguínea hereditaria que afecta la hemoglobina de la sangre y puede causar graves problemas de salud y reducir la calidad de vida. Actualmente, como señaló el ministerio, solo hay un medicamento para tratar la AF: la suspensión oral de hidroxiurea, fabricada y patentada el año pasado por Akums Drugs and Pharmaceuticals, una empresa local.
El director general de Akums afirmó que «la solución de hidroxiurea importada, que requiere refrigeración entre 2°C y 8°C, cuesta 77.000 rupias (US$928,9) en el mercado indio», mientras que la fórmula de Akums es estable a temperatura ambiente y se vendería al gobierno a 600 rupias, el 1% del precio internacional. Aun contando con un medicamento, el gobierno, en su interés por erradicar la anemia falciforme (AF) de la India para 2047, instituyó un premio para estimular la innovación, ya que señala que “actualmente no existe la opción de seleccionar un medicamento entre un espectro de opciones para el tratamiento de un paciente, lo que permitiría tener en cuenta sus condiciones corporales y la gravedad de la enfermedad”. Hay dos características únicas de la AF que han impulsado la decisión de optar por premios en lugar de patentes.
En primer lugar, la hidroxiurea no es la panacea para todos los tipos de AF. La AF puede exacerbar y afectar a las personas de forma diferente al combinarse con otras situaciones de salud, como los embarazos. Las mujeres embarazadas con AF tienen una probabilidad mucho mayor de morir durante el embarazo y la AF puede causar complicaciones graves, pero la hidroxiurea no es recomendable para mujeres embarazadas. Urge continuar investigando y desarrollando medicamentos adecuados para mujeres embarazadas, y el gobierno espera que el desarrollo de medicamentos alternativos pueda abordar este problema. Además, contar con más opciones disponibles para los diferentes grupos que padecen AF mejorará la focalización y probablemente reducirá los costos en el mercado.
En segundo lugar, es importante tener en cuenta a quiénes afecta la Anemia de Células Falciformes (AF). La AF es una mutación genética heredada y se encuentra con mayor frecuencia en personas de ascendencia africana, árabe e india. Después de África, la segunda mayor población de personas con AF se encuentra en la India, y más específicamente se ha observado que afecta desproporcionadamente a las poblaciones indígenas del país. Es probable que a las poblaciones indígenas les resulte difícil adquirir hidroxiurea, aunque se venda a un precio más bajo, cuando el mercado es esencialmente monopólico Pero el problema mayor, por supuesto, radica en que, debido al bajo poder adquisitivo de los afectados, es improbable que las empresas farmacéuticas inviertan en estas áreas. En última instancia, es una combinación de ambos factores lo que ha llevado al gobierno a optar por el sistema de premios en lugar de confiar exclusivamente en el régimen de patentes.
Señalando las innovaciones adecuadas
La discusión sobre los premios vinculados a las patentes se inserta en un debate más amplio: la tensión entre la innovación promovida por el Estado y aquella impulsada por las dinámicas del mercado. En la década de 1960, dos economistas de gran influencia, Kenneth Arrow y Harold Demsetz, encarnaron posturas contrapuestas al respecto. Arrow sostenía que un modelo de innovación financiado por el sector público era más eficiente para generar bienes intelectuales como los medicamentos, ya que permitía superar las pérdidas irrecuperables de eficiencia asociadas al mercado. Demsetz, en cambio, advertía que los gobiernos enfrentan un serio problema de información cuando tienen que decidir qué áreas de investigación priorizar y cuánto destinar a cada una. Según su visión, el régimen de propiedad intelectual ofrece una alternativa más eficaz, pues es el propio mercado el que revela la existencia de demanda y al que los particulares pueden responder mediante inversión y desarrollo.
Por supuesto, depender de las señales del mercado implica que las inversiones en investigación innovadora podrían centrarse más en la obtención de beneficios que en el bienestar social. Si consideramos el AF, con su efecto desproporcionado y sus complicaciones, queda claro por qué no hay mucha innovación sin incentivos externos (de hecho, la mayoría de las investigaciones pioneras en AF han recibido premios). Las compañías farmacéuticas simplemente no tienen suficientes incentivos para depender del “libre mercado”. Por lo tanto, el gobierno decide establecer un incentivo suficiente, el premio, y ofrece la señal necesaria para estimular la innovación y la competencia.
En lugar de incentivar a los innovadores otorgándoles el derecho a la exclusión mediante patentes, los gobiernos pagarán a los desarrolladores exitosos por el bien socialmente valioso que hayan aportado. Si bien las disposiciones específicas del premio AF no están claras, es probable que, tras el premio a la propuesta seleccionada y la adjudicación de financiación para un mayor desarrollo, no exista ninguna patente o esta permanezca en manos del gobierno. Así, podrán proporcionar el tratamiento a las personas afectadas a un menor coste y abordar diversos problemas.
Conclusión
Es cierto que el sistema de premios tiene muchas fallas. El éxito o el fracaso dependen de diversas variables. ¿El premio es demasiado bajo? No hay suficiente competencia para que haya innovación sustancial. ¿El premio es demasiado alto? Demasiada competencia, lo que resulta en un desperdicio de recursos (el problema de la competencia también está presente en los derechos de propiedad intelectual).
El premio en sí mismo debe recaudarse mediante algún tipo de impuesto a los ciudadanos. Sin embargo, la capacidad del sistema de premios para cambiar el rumbo de la innovación es enormemente poderosa para abordar ciertos problemas de salud del país.
Si bien el sistema de patentes de productos farmacéuticos es inherentemente defectuoso, es el sistema para promover la innovación que domina en nuestra economía y de ninguna manera puede el sistema de premios reemplazarlo por completo.
A pesar de todos sus defectos, debemos recordar las famosas palabras de Fritz Machlup (An Economic Review of the Patent System, 1958): «Si no tuviéramos un sistema de patentes, sería irresponsable, basándonos en nuestro conocimiento actual sobre sus consecuencias económicas, recomendar su instauración». Pero dado que contamos con un sistema de patentes desde hace mucho tiempo, sería irresponsable, con base en nuestro conocimiento actual, recomendar su abolición. Alternativas como el sistema de premios pueden complementar el régimen de propiedad intelectual, subsanando las deficiencias necesarias.
Como argumenta Kapczynski, en el ámbito de la propiedad intelectual deberíamos prestar más atención a las alternativas que a la propiedad intelectual en sí. El gobierno ciertamente ha recurrido a estas alternativas y, a la espera de los resultados del concurso, cabe esperar que el éxito no solo traiga un gran alivio a las víctimas de las AF, sino también a quienes sufren las consecuencias de la propiedad intelectual en el país.