Un estudio publicado en JAMA [1] evalúa la evidencia que apoya el uso de cannabis o de cannabioides, en monoterapia, para tratar el dolor y el síndrome de stress postraumático entre los militares.
Según este artículo, un metaanálisis de 36 ensayos clínicos aleatorizados (ECA) que analizaron el efecto de los cannabinoides en el tratamiento del dolor concluyó que la mayoría de los ensayos no mostraban ningún beneficio. Dos ensayos clasificados como de muy baja calidad incluyeron a un total de 231 pacientes y hallaron que el dolor mejoraba cuando se utilizaba cannabis durante menos de siete días. Otros seis ensayos, también calificados como de muy baja calidad, incluyeron un total de 1.484 pacientes y observaron que el dolor mejoraba con nabiximols, un aerosol que combina 2,7 mg de tetrahidrocannabinol (THC) y 2,5 mg de cannabidiol (CBD), cuyo uso está aprobado en el Reino Unido, pero no en EE UU. El resto de los estudios no mostraron ningún beneficio, tenían un riesgo de sesgo alto o incierto y la calidad de la evidencia era baja o muy baja, según los criterios GRADE (Grading of Recommendations, Assessment, Development, and Evaluations).
Otro metaanálisis de 20 estudios de cannabinoides para el tratamiento del dolor detectó un efecto favorable tanto en los grupos que consumieron el producto activo como el placebo, sin diferencias estadísticamente significativas entre los grupos. El hecho de que el control del dolor mejorase en el grupo placebo podría deberse a las expectativas favorables de los usuarios sobre el potencial terapéutico del cannabinoide, más que al efecto biológico del tratamiento.
El uso de cannabioides para tratar el trastorno por stress postraumático tampoco está bien fundamentado en la evidencia. Hay estudios observacionales que apoyan su uso, pero esos resultados podrían deberse al sesgo de las expectativas de los usuarios. Solo hay dos ensayos clínicos aleatorizados (ECA) que tratan de responder esta pregunta. Uno fue un ECA cruzado de nabilona (THC sintético) que encontró una mejora estadísticamente significativa en las pesadillas relacionadas con el trastorno de estrés postraumático. Sin embargo, el estudio solo incluyó a 10 participantes, todos ellos personal militar.
El segundo ECA fue un estudio cruzado de 4 brazos: 3 brazos activos de cannabis fumado (alto contenido de THC, alto contenido de CBD o contenido combinado moderado de THC y CBD) y un brazo placebo de cannabis fumado que sólo contenía trazas de THC y CBD. Se reclutó a 80 veteranos (20 en cada brazo), 43% de los cuales habían dado positivo al THC en la prueba inicial del estudio. Todos los participantes en los grupos de THC alto y de THC y CBD moderados adivinaron correctamente el grupo al que habían sido asignados, mientras que aproximadamente el 60% de los grupos de CBD alto y placebo lo hicieron. A pesar de los problemas con el cegamiento, no se detectaron diferencias entre los grupos en la reducción de síntomas de stress postraumático, medidos con la CAPS-5 (Escala de TEPT administrada por el clínico para el DSM-5), aunque sí se detectaron diferencias en el tamaño del efecto entre los asignados a un mismo grupo. Sin embargo, dado el tamaño del efecto en el grupo placebo, los investigadores concluyeron que los resultados estaban sesgados por las expectativas de los participantes.
También hay que tener en cuenta que el consumo a largo plazo de estas sustancias acarrea riesgos de enfermedad psiquiátrica y otras consecuencias psicosociales, incluyendo depresión, ansiedad, ideación suicida y consumo de sustancias.
El articulo concluye diciendo que la evidencia existente no respalda el uso de cannabis o cannabinoides para el tratamiento del dolor o del trastorno por estrés postraumático en el personal militar o en los veteranos. Hay que hacer más investigación sistemática y bien diseñada para determinar qué sustancia del cannabis, si la hay, las dosis y los modos de administración específicos que pueden tener un efecto terapéutico, y si este beneficio supera los considerables riesgos.
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