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ENSAYOS CLÍNICOS

Entrevistas

Médicos americanos infectaron con sífilis a cientos de guatemaltecos en los 1940s. Entrevista con la profesora Susan Reverby
Democracy Now, circa del 6 de octubre 2010
Traducido por Salud y Fármacos

Se acaban de descubrir documentos que relatan como durante un estudio sobre el efecto de la penicilina se infectó a más de 700 soldados, prisioneros, prostitutas y enfermos mentales guatemaltecos. Hay dudas sobre si los pacientes se curaron o recibieron tratamiento. Horas después de que se revelaran los hechos, el presidente Obama pidió perdón al presidente de Guatemala, Álvaro Colom, quién calificó a los experimentos de crímenes contra la humanidad. En el programa de radio Democracy Now, Amy Goodman, entrevistó a Susan Reverby, la historiadora que descubrió los documentos. Susan Reverby es profesora de estudios de mujer y género en Wellesley College en Massachusetts.

Amy Goodman (AG). Estados Unidos ha pedido perdón a Guatemala tras revelarse que durante los 1940s investigadores gubernamentales infectaron deliberadamente a 700 guatemaltecos con sífilis y gonorrea sin que hubieran dado su consentimiento informado. Los documentos que se acaban de descubrir muestran que unos 700 guatemaltecos, incluyendo soldados, prisioneros, prostitutas y enfermos mentales fueron infectados como parte de un estudio sobre los efectos de la penicilina. No se sabe si los pacientes se recuperaron de la enfermedad o si recibieron tratamiento. P.J. Crowley, vocero de la casa blanca, dijo el viernes pasado que la administración Obama ha pedido perdón y ha invitado al gobierno guatemalteco a participar en una investigación para esclarecer lo sucedido.

El presidente Álvaro Colom dijo al presidente Obama que harían todo lo posible por averiguar el efecto del experimento en las víctimas, y que también investigarían la participación de guatemaltecos en la autorización del estudio. Se rumorea que el presidente guatemalteco está estudiando la posibilidad de presentar el caso frente a una corte internacional.

El investigador principal en ese estudio, el Dr. John Cutler, también había estado involucrado en los experimentos de Tuskegee. En ese caso, investigadores del gobierno estadounidense impidieron que 600 afro-americanos infectados con sífilis recibieran tratamiento, y además les hicieron creer que estaban siendo atendidos.

Tenemos mucho de que hablar, ¿por qué no empieza explicando como descubrió la historia de lo acontecido en Guatemala?

Susan Reverby (SR). Descubrí esta información haciendo lo que hacen los historiadores. Esto es, vamos a archivos y leemos, como dijo una amiga mía, el correo de los muertos. Estaba haciendo investigación en el archivo de la Universidad de Pittsburg para mi libro sobre Tuskegee, y estaba viendo los papeles de Thomas Parran, quien era el Surgeon General (director del Servicio de Salud Pública estadounidense) durante los 1930s y 1940s y tenía interés en sífilis. Me dí cuenta que John Cutler, que había sido muy importante en el estudio de Tuskegee, había enseñado en Pittsburg y había dejado papeles en el archivo, y solicité verlos.

Abrí las cajas esperando ver material de Tuskegee y lo que había eran notas de trabajo de campo no publicadas, informes de laboratorio, listas de pacientes y fotografías de lo que había sucedido en Guatemala. Ya se puede imaginar el increíble shock al encontrar todo eso. No tenía idea de que estuviera ahí, y nadie lo sabía, porque no se había publicado nada al respecto.

AG: Esto es muy importante. Usted ha escrito dos libros sobre Tuskegee, se han escrito muchos más libros sobre el tema, y se ha hecho mucha investigación. ¿Qué pensó al ver la palabra Guatemala en estos papeles?

SR: Antes de ver Guatemala leí “inoculación de sífilis”. He estado estudiando el caso Tuskegee durante casi dos décadas, y una de las cosas en las que siempre invierto mucho tiempo es aclarando que el gobierno de los EE.UU. no infectó a nadie en Tuskegee, y que los hombres estaban en estadios tardíos de sífilis latente. Es decir que me sorprendió mucho ver “inoculación de sífilis”. Luego me dí cuenta de que esta investigación no se había hecho en Tuskegee, sino en Guatemala. A medida que fui leyendo los detalles me fui sorprendiendo más con todo lo acontecido.

Una cosa que conviene dejar clara es que se trataba de un estudio para descubrir tratamientos, por lo que era muy diferente de Tuskegee. Provocaron infecciones pero estaban interesados en si se podía utilizarse penicilina de forma profiláctica. Una forma de entenderlo es compararlo con la píldora del día después. Si consume la píldora del día después es porque ha hecho el amor sin haberse protegido y piensa que podría quedarse embarazada. La idea era que los soldados u otros hombres que no se hubieran protegido al tener relaciones sexuales pudieran utilizar una loción de penicilina, en lugar de esperar hasta tener la infección. Esto es lo que estaban estudiando. No era algo del todo irracional. Lo que no debieran haber hecho es provocar infecciones y eludir pedir permiso. Ahora sabemos que estas cosas son horribles, pero en ese momento había mucha discusión sobre la legalidad de estos asuntos, en términos generales.

AG: Me imagino que en los 1940s si la gente se hubiera enterado les habría sorprendido mucho. Está hablando de tratamiento para soldados en este país, pero se van a Guatemala e inyectan a gente con sífilis sin informarles. Explíquenos cómo hicieron eso.

SR: OK, déjeme explicar primero por qué fueron a Guatemala. Fueron a Guatemala porque la prostitución era legal, y también se podían llevar prostitutas a las prisiones. El Dr. Cutler se asoció con el Sr Juan Funes, que era el director de enfermedades de transmisión sexual, lo que entonces se conocía como enfermedades venéreas, en el departamento de salud de Guatemala. El Sr. Funes había sido entrenado en EE.UU. por el Servicio Público de Salud. Es así como Cutler, Funes y otros médicos viajan a Guatemala. Los primeros estudios involucraban a prostitutas y si enfermaban se les proporcionaba tratamiento. Cuando se encontraron con que no tenían suficientes casos inscribiendo a las prostitutas, iniciaron las inoculaciones.

La sífilis no es fácil de transmitir. No se puede sacar sangre de una persona con sífilis y utilizarla para contagiar a alguien más. Hay que crear una inoculación. La bacteria que causa la enfermedad muere en contacto con el aire, por eso se transmite principalmente a través de líquidos y fluidos humanos. Por eso crearon una inoculación con testículos de conejos adultos que habían desarrollado la enfermedad, e hicieron una abrasión o rascaron los brazos de los prisioneros, de pacientes institucionalizados en el asilo de enfermos mentales y en las barracas de los soldados. Utilizaron sus brazos y mejillas. También identificaron a hombres con prepucios largos, retiraban el prepucio y les hacían abrasiones en la cabeza del pene. Luego preparaban la inoculación y lo aplicaron con algodón sobre esas heridas. Mantenían el algodón en el pene durante una o dos horas y esperaban con eso haber transferido la infección.

AG: ¿Cómo explicaban a esos hombres lo que los médicos del gobierno americano estaban haciendo?

SR: Es imposible saberlo. No lo escribieron en sus archivos. Todo lo que tengo son las notas de Cutler, y estoy segura de que se inventaron algo. Cutler hablaba español, esa fue una de las razones por las que fue a Guatemala. No todos los prisioneros quisieron participar en esto. Cutler se quejó de que uno de los hombres se levantó y se fue con un pedazo de algodón pegado al pene. Hubo gente que se negó a participar. Muchos prisioneros pensaban que se debilitarían por todas las veces que les tenían que sacar sangre, y rechazaron el estudio a pesar de que les daban pastillas de hierro para evitar la anemia. Esto lo hicieron como parte del experimento, y había otros experimentos parecidos en otras partes del país. Era frecuente utilizar prisioneros y pacientes hospitalizados para hacer investigación.

AG: Y además de lo que nos ha contado ¿utilizaron alguna otra estrategia para infectarlos con sífilis cuando no pudieron conseguir suficientes personas infectadas?

SR: Además de esto hicieron las abrasiones que hemos mencionado antes. En algún momento hicieron punciones lumbares para introducir la inoculación. También es importante recordar que todo esto sucedió en un momento en que no se regulaba la investigación, no teníamos las normas que se han estado utilizando desde mediados de los 70s. Sin embargo, los jefes de Cutler del Servicio de Salud Pública sabían que estaban actuando en el límite de lo aceptable. En una carta que uno de los colegas escribió a Cutler pude leer “El Surgeon General dice que no se podría hacer este estudio en EE.UU.” Esto es un reconocimiento sorprendente de lo que estaba sucediendo.

AG: Profesora Reverby, usted descubrió esta información y la presentó en el Congreso pero muy poca gente reaccionó.

SR: Bueno, yo hice la investigación y escribí lo sucedido. Luego lo presenté en una reunión sobre historia de la medicina en Rochester, Minnesota en mayo pasado. Pero la presentación fue durante la última sesión del último día del Congreso y quizás había unas 20 personas en la audiencia. Mis compañeros estaban horrorizados pero para los historiadores esto había ocurrido en el pasado. Todos sabíamos que ha habido otros tipos de estudios. Tuvimos una discusión agradable pero los historiadores no son gente que corre a divulgar los descubrimientos.

Me preguntaron que iba a hacer con la información y dije que pensaba escribir un artículo para el Journal of Policy History. Pero además, y esto es lo que quizás otros historiadores no hubieran hecho, mandé una copia de mi artículo a David Sencer. Conocí a David Sencer cuando trabajaba en mi libro sobre Tuskegee. David Sencer es un médico que ya está jubilado pero que había sido director del CDC a finales de 1960s y 70s, cuando los experimentos de Tuskegee salieron a la luz, y por eso lo entrevisté. Hablamos mucho, y me contó muchas cosas sobre investigación y sobre la investigación que hace el gobierno. A lo largo de los años hemos mantenido la relación, y quise mandarle mi trabajo porque estaba escribiendo sobre sífilis sin ser médico. Yo soy solo historiadora de la medicina. Le mandé una copia del trabajo y le dije “Por favor vea esto, asegúrese de que la información médica es correcta, y dígame lo que piensa. Solo quería que usted supiera lo que estaba pasando”.

Leyó el artículo y estaba horrorizado. Me escribió inmediatamente, esto sucedía a finales de junio y principios de julio, y me preguntó ¿Le importa que lo comparta con compañeros del CDC para alertarlos? Y le dije que lo podía hacer, porque no era que yo hubiera descubierto un tratamiento del cáncer y no quisiera que nadie se enterase hasta leer el artículo. Me pareció que era importante que lo supieran y recapacitaran sobre el tema.

Los del CDC entregaron mi trabajo al experto en sífilis, y me pidieron más información. Les mandé mis notas, y me dijeron “nosotros también tenemos que estudiarlo”. Se fueron a Pittsburg para ver los archivos, y cuando el experto en sífilis escribió su informe corroboró lo que yo había dicho. Entonces empezaron a discutir el tema en el CDC, y luego fueron escalando, la información llegó a los Institutos Nacionales de Salud y de ahí, al tratarse de un asunto internacional, llegó al Departamento de Estado y eventualmente a la Casa Blanca. Todo esto ha sucedido en un mes y medio. En todo esto el Dr. David Sencer ha sido muy importante.

AG: Cuando el presidente Obama contactó al presidente Alvaro Colom quien se refirió a estos experimentos como crímenes contra la humanidad. Quiere que se haga una investigación internacional. ¿Qué piensa de esta respuesta profesora Reverby?

SR: Creo que tiene razón. Esto fue horrible. Vamos a tener que entender por qué se hizo y recordar que tenían la intención de tratar a los pacientes. No quiero minimizar lo ocurrido, pero debía haber sido un estudio sobre el tratamiento. Lo que hay que hacer es revisar la información para ver si se administró suficiente penicilina a cada uno de los pacientes.

AG: ¿Cuántos murieron?

SR: No lo sabemos. Una persona murió por epilepsia durante el estudio. La sífilis no causa epilepsia. Muchos de los pacientes que estaban en el asilo de enfermos mentales tenían epilepsia. Esta es la razón por la que estaban institucionalizados. Una de las cosas que hizo el Servicio de Salud Pública fue tratar con Dilantin, un anti-epiléptico, a los que participaron en el estudio.

Es decir que creo que el presidente Colom está en lo correcto. Hay que investigarlo. Y francamente espero que encuentren a alguien que sepa sobre el tema, tal vez los hijos de algunas de las víctimas. El médico del CDC estima que quizás la tercera parte de los pacientes no recibieron las dosis adecuadas de tratamiento, pero esta información hay que analizarla con mayor detenimiento. Tampoco sabemos si el Departamento de Salud guatemalteco dio seguimiento a alguno de estos pacientes y si completaron el tratamiento. Nadie sabe esto. Solo tenemos la información que dejo el Dr. Cutler. Miré si había más información en los Archivos de la Nación, que es donde se depositan los informes del Servicio de Salud Pública, y no vi nada. Es decir que todo lo que tenemos, porque esto no ha sido publicado, son los informes de Cutler.

modificado el 28 de noviembre de 2013