Uno de los primeros recortes presupuestales de la administración Trump fue al presupuesto para la ayuda externa, lo que afectará negativamente el sustento de muchas familias y la salud de millones de personas. Vox publicó una noticia estimando el efecto de dicha decisión [1]. A continuación, un breve resumen.
El ministerio responsable de disminuir el presupuesto federal de EE UU es el Departamento de Eficiencia Gubernamental (Department of Government Efficiency o DOGE) que ha estado dirigiendo Elon Musk. Aunque no se han dado a conocer los detalles, se estima que:
La decisión de EE UU se produce en un contexto de reducción del financiamiento global para la salud, y debilitamiento de las agencias de Nationes Unidas, incluyendo la decisión de EE UU y Argentina de salirse de la OMS. Los expertos observan estos eventos con preocupación pues el mundo se enfrenta ahora a un aumento repentino de brotes de enfermedades infecciosas, desde el dengue y la malaria hasta el ébola, e incluso a una enfermedad misteriosa pero mortal en el Congo. (Nota de Salud y Fármacos, además EE UU podría dejar de contribuir al programa global por las vacunas GAVI).
Consecuencias de estas decisiones para la salud
China ya está llenando el vacío que ha dejado EE UU. Medios de comunicación locales, desde Nepal hasta Colombia, han informado que representantes del gobierno chino han presentado ofertas para ampliar su ayuda en áreas que van desde la agricultura y la respuesta a desastres, hasta la atención médica y el alivio de la pobreza.
Fuente Original
Nota de Salud y Fármacos. PEPFARsiempre ha tenido apoyo bipartidista. Se creó en 2003, ha apoyado a más de 20 millones de personas con VIH en 55 países, y ha desembolsado un total de US$110.000 millones. Se reconoce que este programa ha contribuido a preservar la seguridad mundial, al abordar una epidemia que podría desestabilizar países y continentes enteros, y ha hecho de puente hacia programas autosostenibles contra el VIH dirigidos por los países [2, 3].
Winnie Byanyima, directora de la agencia de la ONU contra el SIDA (ONUSIDA) afirmó que las infecciones por VIH han disminuido en un 60% desde que alcanzaron su punto máximo en 1995. En 2023 solo se registraron 1,3 millones de nuevos casos, pero si se retira el apoyo estadounidense al programa contra el SIDA, este número podría multiplicarse por más de seis para 2029 [4].
Byanyima indicó que se estima que para 2029 podría haber 8,7 millones de nuevas infecciones por VIH, un aumento de diez veces en las muertes relacionadas con el SIDA (hasta 6,3 millones) y 3,4 millones más de niños quedarían huérfanos [4].
Byanyima rogó a la administración Trump que no cortara abruptamente la financiación, lo que, según ella, ha provocado “pánico, miedo y confusión” en muchos de los países africanos más afectados por el sida. Hay que tener en cuenta que la financiación externa, principalmente estadounidense, representa aproximadamente el 90% del financimiento de los programas contra el Sida. Casi US$400 millones se destinan a países como Uganda, Mozambique y Tanzania [4].
Byanyima describió la retirada estadounidense de los esfuerzos globales contra el VIH como la segunda mayor crisis que este campo ha enfrentado jamás, tras el retraso que sufrieron los países pobres para acceder a los antirretrovirales vitales, disponibles desde hace tiempo en los países ricos [4].
Todos estos cambios surgen cuando está por salir al mercado un nuevo producto, lenacapavir (Gilead) que promete ser muy efectivo para prevenir la infección por VIH, que se debe administrar como inyectable dos veces al año. Se esperaba que este medicamento, junto con otras intervenciones, ayudara a detener el VIH. Sin embargo, ahora parece difícil que los residentes en países pobres puedan beneficiarse de ese medicamento que ayudaron a desarrollar [4].
Byanyima señaló que la ayuda externa estadounidense representa menos del 1% del presupuesto total de EE UU. “¿Por qué habría que ser tan disruptivo por ese 1%?” [3]. Un factor que sin duda ha contribuido es un informe de la Fundación Heritage que se publicó en mayo de 2023, aproximadamente un año antes de que el Congreso tuviera que renovar la asignación presupuestaria a PEPFAR, donde se alegaba que los fondos del PEPFAR se estaban utilizando secretamente para abortos, a la vez que se cuestionaba si la ayuda externa estadounidense se estaba utilizando adecuadamente [2, 3].
La directora de ONUSIDA también sugirió que el presidente estadounidense Donald Trump podría contribuir a terminar con el VIH/Sida si permitiera que Gilead produjera y licenciara su medicamento preventivo, lenacapavir (Sulenca), en todo el mundo para los millones de personas que lo necesitan [4]. Añadió que el acuerdo no solo generaría beneficios para Gilead y crearía empleos para los estadounidenses, sino que también salvaría millones de vidas en los países más pobres [5].
Anne Neilan and Linda-Gail Bekker [2, 3] estimaron la eliminación del PEPFAR provocaría 601.000 muertes relacionadas con el VIH y 565.000 nuevas infecciones por VIH solo en Sudáfrica en 10 años. Además, aumentaría el gasto en salud a nivel poblacional en US$1.700 millones debido al aumento de la prevalencia del VIH y que durante la próxima década la población tendría más problemas de salud. Estas son las proyecciones para un solo país, donde el PEPFAR financia el 18% del presupuesto para el VIH.
Para Sudáfrica, estos datos son solo la punta del iceberg, pues no incluyen a las madres, los niños ni los bebés; ni el impacto en los sistemas de información, las cadenas de suministro, el personal, la disminución del empleo, los programas que dejaran de funcionar sin PEPFAR, y el impacto que todo esto tendrá en el PIB. Según las autoras, la interrupción abrupta de PEPFAR supone un retroceso en décadas de inversión y progreso para erradicar la epidemia del VIH. El VIH es predecible: “incluso durante el breve período de la pausa en la ayuda externa, un hijo, padre o hermano se ha convertido en un daño colateral y vivirá con el VIH toda la vida” [2, 3].
Según el New York Times [6], a finales de marzo, USAID envió al Congreso un documento de 281 páginas donde se describen los proyectos que el gobierno de Trump planea discontinuar. En total, la administración ha decidido continuar con 898 subvenciones de USAID y finalizar 5.341, según la carta. Solo 869 de sus más de 6.000 empleados siguen en servicio activo.
El memorando al Congreso presenta el plan de ayuda externa como una decisión unilateral. Sin embargo, dado que el gasto en programas de salud individuales, como el VIH o la vacunación, se asigna por el Congreso, no está claro que la administración tenga la facultad legal para cancelar dichos programas. Esta cuestión se está litigando actualmente en múltiples recursos judiciales [6].
Además de los recortes mencionados anteriormente, se pretende poner fin al apoyo financiero de EE UU a Gavi, la organización que ha ayudado a adquirir vacunas esenciales para niños en países en desarrollo, salvando millones de vidas durante el último cuarto de siglo; y reducir significativamente el apoyo a los esfuerzos para combatir la malaria, una de las principales causas de muerte a nivel mundial. También se ha cancelado el financiamiento para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que monitorea las enfermedades que pueden transmitirse de animales a humanos, incluyendo la gripe aviar, en 49 países [6].
Se estima que Gavi ha salvado la vida de 19 millones de niños desde su creación hace 25 años, y EE UU aporta el 13% de su presupuesto. La subvención a Gavi ascendía a US$2.600 millones hasta 2030. La pérdida de los fondos estadounidenses afectará la capacidad de la organización para seguir ofreciendo su gama básica de servicios, como la inmunización contra el sarampión y la polio, a una creciente población infantil que reside en los países más pobres, e impedirá que se incluyan nuevas vacunas [6].
Según estimaciones de Gavi, la pérdida del apoyo estadounidense podría significar que 75 millones de niños no reciban las vacunas de rutina en los próximos cinco años, y que 1,2 millones de niños mueran [6].
Los recortes en la respuesta a la malaria son considerables. Si bien se han conservado las subvenciones que financian la compra masiva de mosquiteros y tratamientos contra la malaria, muchos de los programas para implementar estas y otras medidas para el control de la malaria en países como Camerún y Tanzania, entre los más afectados del mundo, se han cancelado [6].
El gobierno ha decidido mantener algunas subvenciones clave para medicamentos contra el VIH y la tuberculosis, así como ayuda alimentaria a países que enfrentan guerras civiles y desastres naturales [6].
Referencias