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Spinraza. Momento eureka en un laboratorio de la Universidad de Massachusetts
(At a UMass lab, a eureka momento)
Jonathan Saltzman y Robert Weisman
The Boston Globe 17 de diciembre de 2017
https://www.bostonglobe.com/business/2017/12/16/spinrazasidecopy/CgWVLcXzZNI3b8nPAyWzHL/story.html
Traducido por Salud y Fármacos

Biogen Inc. compró los derechos de Spinraza, realizó los últimos ensayos clínicos, y la comercializó a un precio deslumbrante.

Pero el gigante de biotecnología de Cambridge no la inventó.

La historia de su descubrimiento comenzó en un laboratorio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts en Worcester, donde el científico Ravindra Singh intentaba resolver un rompecabezas genético. Sucedía en 2004, y su pequeño equipo de laboratorio de cuatro personas, él, su esposa, un estudiante de posdoctorado y otro colaborador, había pasado tres años aislando y analizando metódicamente las moléculas para identificar una forma de atacar el origen de la atrofia muscular espinal (SMA).

En pocas palabras, aunque realmente no hay forma de expresarlo de forma simple, la SMA se produce cuando la médula espinal tiene muy poca cantidad de una proteína vital que controla el movimiento muscular. En las personas sanas dos genes, SMN1 y otro casi idéntico de respaldo, SMN2, producen esta proteína. Pero las personas con SMA tienen una mutación que elimina por completo el primer gen, y su gen de respaldo no produce suficiente proteína para compensar. Con el tiempo pierden la capacidad de caminar, comer y, en última instancia, respirar.

El acercamiento de Singh fue aislar la secuencia exacta del código genético que desencadena esta cascada mortal. Él y su equipo examinaron alrededor de 200 posibles objetivos para un medicamento antes de llegar al momento de decir eureka.

El culpable, descubrieron, era una secuencia genética llamada ISS-N1, que evita que el gen de respaldo produzca más proteínas.

Ahora otros laboratorios podrían comenzar a buscar compuestos terapéuticos para bloquear la devastadora secuencia. Gracias a los científicos de UMass, saben a dónde apuntar.

El nuevo precio de la esperanza
Singh, que ahora opera un laboratorio en la Universidad Estatal de Iowa, dijo que diseñó el experimento que identificó la secuencia ISS-N1, pero no tenía idea de que daría el resultado deseado. Una noche de noviembre “nos quedamos totalmente estupefactos”, dijo, con sus hallazgos en el laboratorio.

“Estábamos tan emocionados, tan felices”, dijo, recordando la euforia que sintieron él y su esposa, Natalia. Más tarde, en su casa, esa noche “bebimos un poco de vino”, dijo.

UMass otorgó la patente de su descubrimiento a una firma de biotecnología de Carlsbad, California llamada Isis Pharmaceuticals. El acuerdo otorga a UMass y Singh un total de 2% de las ventas netas en EE UU de cualquier medicamento resultante, según Jennifer Berryman, vocera de la universidad. Esto representa potencialmente decenas de millones de dólares. De esa suma, UMass obtendrá un poco más de dos tercios, y Singh casi un tercio.

Isis, ahora conocido como Ionis, basándose en el trabajo de UMass desarrolló un compuesto que puede unirse y bloquear ISS-N1, con ayuda del Cold Spring Harbor Laboratory de Nueva York.

Por fin había un posible tratamiento para SMA, si siguiera dando resultado durante años de ensayos clínicos exhaustivos.

Biogen, trabajando con Ionis, ayudó a financiar el medicamento experimental y lo acompañó durante el proceso de aprobación. El año pasado la empresa gastó US$75 millones para comprar los derechos exclusivos sobre el medicamento en todo el mundo. Esta semana hace un año que la FDA aprobó el medicamento, y le dio una nueva marca: Spinraza.

También le tocó a Biogen poner precio a este nuevo y preciado producto: US$750.000 por paciente el primer año y US$375.000 por cada año subsecuente, y en eso radica una historia que los ejecutivos de la compañía son reacios a discutir en detalle.

Los costos de desarrollar un tratamiento como Spinraza son obviamente enormes, pero no está claro cómo exactamente esos costos afectan la decisión sobre el precio.

Michel Vounatsos, quien se convirtió en director ejecutivo en enero después de unirse a Biogen en abril de 2016 como ejecutivo de alto rango, dijo recientemente al Globe que la compañía había invertido “casi 1.000 millones” en el desarrollo de la droga. Pero se negó a proporcionar el detalle.

Como Biogen no ha proporcionado los detalles, otros han tratado de reconstruir el proceso de fijación de precios de los medicamentos.

Knowledge Ecology International, un grupo de abogacía con sede en Washington que lucha porque haya mayor apertura en los precios de los medicamentos, calculó el costo para Biogen e Ionis de ejecutar 10 estudios clínicos con Spinraza, entre 2011 hasta 2016 que involucraron a varios cientos de pacientes. Concluyó que el medicamento es extraordinariamente caro.

Teniendo en cuenta los créditos impositivos federales que los fabricantes de medicamentos reciben por desarrollar un medicamento para una enfermedad huérfana, y los riesgos financieros que asumieron, KEI calculó que el costo de los ensayos clínicos sería de un total de US$35 millones, según su análisis.

Esa es una fracción de los aproximadamente US$2.600 millones que a menudo cita la industria farmacéutica y que dicen ser necesarios para desarrollar un medicamento y acompañarlo a lo largo de los ensayos clínicos para que lo apruebe la FDA.

“El precio [de Spinraza] no tiene absolutamente ninguna relación con los costos de desarrollo”, dijo James Love, director de KEI. “En el caso de Spinraza se está abusando de la gente a lo grande”.

Vounatsos dijo que respeta el trabajo de KEI, pero su estimación de costos es “groseramente” inexacta. Además, dijo, Biogen basó el precio de Spinraza principalmente en que fue el primer tratamiento en ofrecer esperanza a las personas desesperadamente enfermas con SMA, no en cuánto costó desarrollarla.

Los ejecutivos de Biotech dicen que hay una variedad de factores que influyen en el precio de un medicamento nuevo, incluyendo el valor que aporta al sistema de salud, un concepto algo confuso: el costo de la I+D, el precio de los medicamentos comparables y la probabilidad de que otros medicamentos que la compañía tiene en proceso de experimentación fracasen. Esa última es una triste realidad del negocio de los medicamentos; según un estudio realizado en 2016 por la Organización de Innovación Biotecnológica, un grupo comercial nacional, menos de uno de cada 10 medicamentos con los que se inician ensayos clínicos llegan finalmente al mercado.

“No existe una industria que requiera tanto capital, que tenga tanto riesgo”, dijo John Maraganore, director ejecutivo de Alnylam Pharmaceuticals Inc., una empresa de biotecnología de Cambridge. Alnylam está trabajando en terapias para enfermedades huérfanas que van desde la hemofilia hasta la porfiria hepática aguda, un raro trastorno metabólico que según algunos estudiosos podría haber afligido al rey Jorge III de Inglaterra a fines del siglo XVIII.

Para ilustrar los costos y riesgos, Maraganore cita su propia compañía. Él dice que Alnylam, desde su fundación en 2002, ha invertido US$2.000 millones en el desarrollo de fármacos. Ha acumulado un valor de mercado de aproximadamente US$12.000 millones, por el interés que crean sus medicamentos experimentales para ‘silenciar’ genes, que se basan en una técnica llamada interferencia de ARN para apagar genes disfuncionales.

Pero en sus 15 años de existencia, la compañía todavía tiene que vender un solo producto comercial, y Maraganore dice que tardará años en ser rentable.

Los críticos afirman que estos impresionantes precios se deben a que el gobierno permite que las compañías farmacéuticas establezcan el precio que desean y les otorga años de derechos exclusivos cuando comercializan medicamentos para enfermedades raras, creando un monopolio. Como resultado, dicen, los líderes de algunas compañías farmacéuticas tratan de ganar la mayor cantidad de dinero lo más rápidamente posible, con la esperanza de aumentar los precios de las acciones y sus propios paquetes de compensación.

“La industria se convierte cada vez más en un brazo de Wall Street”, dijo John Rother, jefe de la Campaña de Precios de Rx Sostenibles (Campaign for Sustainable Rx Pricing), una coalición no partidista con sede en Washington, DC “No hay nada que les impida establecer el precio sin tener en cuenta el impacto en los pacientes y en el sistema de salud en general “.

Y el impacto potencial de medicamentos huérfanos a precios estratosféricos en el sistema de salud es asombroso.

El precio promedio de un medicamento para una enfermedad huérfana es de casi US$119.000 al año, escribió el doctor A. Gordon Smith, jefe de medicina neuromuscular de la Facultad de medicina de la Universidad de Utah, en un artículo publicado en el Harvard Business Review sobre Spinraza en abril.

Si un solo medicamento fuera aprobado por esa cantidad solo para el 10% de las 7.000 enfermedades raras para las que ahora no hay tratamientos, escribió Smith, el total excedería los US$350.000 millones anuales. Eso es mucho más que el costo de la atención para los millones de personas que padecen diabetes o demencia, por nombrar solo dos problemas frecuentes.

creado el 4 de Diciembre de 2020