Introducción: El proceso de envejecimiento suele asociarse con la aparición de enfermedades crónicas. En los últimos años, se ha observado un aumento en la incidencia de enfermedades de transmisión sexual (ETS) en la tercera edad, así como en el uso de estimulantes sexuales. Este aumento está estrechamente relacionado con la búsqueda del placer sexual. El uso indiscriminado de estimulantes sexuales puede afectar directamente la función cardiovascular.
Si bien el Ministerio de Salud está implementando campañas preventivas para informar sobre los riesgos de las ETS, estas iniciativas carecen de una estrategia que aborde los riesgos para los sistemas corporales.
Objetivo: Resaltar y analizar la relevancia del debate sobre la sexualidad en la población adulta mayor, con especial atención a sus impactos en el sistema cardiovascular y la necesidad de incluir este enfoque en las campañas públicas.
Método: Se realizó una revisión bibliográfica en las plataformas de investigación del Centro Latinoamericano y del Caribe de Información en Ciencias de la Salud (BIREME) y de la Biblioteca Electrónica Científica en Línea (SciELO), utilizando las palabras clave “persona mayor”, “enfermedad cardiovascular”, “disfunción eréctil” y “automedicación”.
Los criterios de elegibilidad fueron artículos publicados en los últimos cinco años, en inglés y portugués, que abordaran el uso indebido de medicamentos y la administración de medicamentos para la estimulación sexual, sin prescripción médica.
Se encontraron 34 artículos, cinco de los cuales se excluyeron por duplicación y diez por no presentar daños cardiovasculares directos. Tras la lectura de los títulos y resúmenes, se incluyeron 19 artículos para el análisis de texto completo.
Resultados: Los estimulantes sexuales facilitan las relaciones sexuales y la obtención del placer. Sin embargo, su uso no debe combinarse con medicamentos para la hipertensión, la enfermedad de Parkinson, las enfermedades articulares y la incontinencia urinaria, sin acompañarse de una prescripción médica rigurosa y un análisis exhaustivo de los riesgos de estas combinaciones.
Cabe destacar que algunas personas mayores se sienten avergonzadas de pedir medicamentos a su médico, recurriendo así al uso indiscriminado de estos estimulantes, lo que contribuye al desarrollo de arritmias cardíacas, hipertensión, dependencia psicológica y, en casos más graves, infarto agudo de miocardio durante o después de las relaciones sexuales.
Las campañas públicas no abordan adecuadamente los riesgos asociados al uso de estos medicamentos sin orientación, ni a su en combinación sin conocimiento previo. Además, no son accesibles, lo que repercute negativamente en la salud de las personas mayores y la falta de concienciación sobre los peligros de la automedicación.
Conclusión: Por lo tanto, es factible considerar la sexualidad de las personas mayores en la formulación de políticas públicas y campañas de salud, ya que las relaciones sexuales, cuando se realizan de forma imprudente, se asocian con posibles enfermedades y un mayor riesgo cardiovascular. Asimismo, es fundamental que los profesionales de la salud enfaticen la importancia del cuidado del sistema cardiovascular y las repercusiones negativas que puede causar la automedicación.