En 2024, usando una base de datos de un seguro médico alemán, un equipo alemán publicó un estudio sobre pacientes expuestos a un inhibidor de la bomba de protones (IBP) durante y después de una estancia en cuidados intensivos en 2017 o 2018 [1].
Establecieron una cohorte de 11.576 pacientes que habían recibido una prescripción de IBP por primera vez mientras estaban en cuidados intensivos y para los que no estaba indicado continuar el tratamiento más de ocho semanas después del alta hospitalaria [1].
Se comparó a los 4.825 pacientes (42%) que siguieron tomando el IBP más de ocho semanas después del alta hospitalaria con los 6.751 pacientes que dejaron de tomarlo dentro de las ocho semanas después del alta [1].
En general, los dos grupos fueron similares, excepto en el uso de otros medicamentos. El análisis tuvo en cuenta varios factores de confusión [1].
Durante los dos años posteriores al alta hospitalaria, los pacientes que siguieron tomando un IBP tuvieron un mayor riesgo de neumonía (razón de probabilidades [OR] 1,27; intervalo de confianza del 95% [IC95]: 1,15-1,39), eventos cardiovasculares (OR 1,17; IC95: 1,08-1,26), reingreso hospitalario durante ese año (OR 1,34; IC95: 1,23-1,47) y muerte (OR 1,17; IC95: 1,08-1,27).
También se observó una incidencia mayor de infecciones por Clostridium difficile, insuficiencia renal crónica, cáncer de páncreas, deficiencia de vitamina B12, hipocalcemia e hipomagnesemia en los pacientes que siguieron tomando un IBP [1].
En la práctica,estos resultados concuerdan con los de estudios previos ejecutados por otros grupos en otros países [2-5]. El uso a largo plazo de un IBP conlleva un riesgo de efectos adversos graves.
Es importante reevaluar regularmente el beneficio de tal tratamiento antes de prescribirlo e informar a los pacientes y a sus allegados sobre los riesgos asociados al tratamiento prolongado con un IBP.
Referencias