Como médicos que hemos dedicado gran parte de nuestra carrera a la edición de revistas médicas, instamos a las principales revistas a enfrentarse a la administración.
Las tácticas de presión de la administración Trump pusieron a la Universidad de Columbia y a prestigiosos bufetes de abogados bajo su control. La medicina —su ciencia, su práctica, sus esfuerzos educativos y el control que ejerce sobre su propia agenda— se encuentra igualmente bajo graves amenazas. La experiencia y los conocimientos del Departamento de Salud y Servicios Humanos han sido reemplazados por teóricos de la conspiración, personas no científicas y no médicas, lo que ha provocado despidos masivos y selectivos, el vaciamiento de agencias enteras y la cancelación de miles de millones de dólares en subvenciones y contratos.
Se han eliminado investigaciones clínicas prometedoras y programas para prevenir enfermedades infecciosas, y se han reemplazado por recomendaciones extravagantes de medicamentos no probados y potencialmente peligrosos, y ataques anticientíficos a la seguridad de vacunas de eficacia comprobada. El ataque a la infraestructura médica y de salud pública del país ya está teniendo profundos efectos negativos en la salud, el bienestar y la atención médica de millones de personas.
Dado que la administración Trump castiga a quienes percibe como enemigos y retiene fondos, no sorprende que muchos líderes y organizaciones de la comunidad médica hayan dudado en oponerse abiertamente a los ataques de Trump a la medicina.
Incluso los editores de las principales revistas médicas estadounidenses, como el New England Journal of Medicine y JAMA, no han criticado a fondo los cambios radicales que afectan a la profesión médica. En su lugar, han ofrecido críticas bastante tibias de lo que consideramos una emergencia grave. Las discretas respuestas no disuadieron al fiscal federal interino del Distrito de Columbia de enviar cartas amenazantes al NEJM, CHEST, Obstetrics and Gynecology y al menos a otras dos revistas, cuestionando su contenido.
Como médicos que hemos dedicado gran parte de nuestra carrera a editar revistas médicas, instamos a las principales revistas a enfrentarse con la administración.
Algunas están liderando la lucha. El director ejecutivo de la Asociación Estadounidense de Salud Pública (APHA) exigió la renuncia del secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr., o su despido, citando múltiples ejemplos de “sesgo implícito y explícito, y un total desprecio por la ciencia”. The Lancet, revista médica internacional, también exigió la renuncia de Kennedy, señalando que “en EE UU, la ciencia y la medicina están siendo violentamente desmembradas ante la mirada mundial”. Es evidente que Kennedy no está cualificado para el cargo, así que ¿dónde están las demás revistas médicas para señalarlo?
Reconocemos el deseo de las revistas médicas de mantenerse al margen de la controversia, siempre que sea posible. Sin embargo, las principales revistas médicas gozan de gran credibilidad y su trayectoria, de la que deberían sentirse orgullosas, ha sido decir la verdad a los poderosos. Tienen un interés especial en defender la mejor atención médica para los pacientes, promover el conocimiento médico y proteger la profesión. En 1980, el Dr. Arnold S. Relman, entonces editor jefe del New England Journal of Medicine, advirtió sobre el “complejo médico-industrial”, una “enorme nueva industria que presta servicios de salud con fines de lucro”, y la necesidad de garantizar que los intereses del público prevalezcan sobre los de los accionistas. Casi 50 años después, en la era de la inversión de capital privado en atención médica, esa advertencia nunca ha sido más profética.
Se han producido recortes insensatos en el personal y en los programas federales de salud, así como en los esfuerzos para reducir las disparidades en salud y en los programas que promueven la diversidad, la equidad y la inclusión. Los informes de investigación y otros tipos de artículos que suelen publicar las revistas médicas tienen un alcance limitado. Responder a estas circunstancias inesperadas requiere que las revistas médicas cuenten con una voz editorial confiable y convincente, tanto para la profesión como para audiencias más amplias de pacientes y el público en general.
Tras semanas de silencio, más líderes universitarios, envalentonados por la postura de la Universidad de Harvard contra la administración Trump, se están organizando para oponerse. Las revistas médicas deben mostrar valentía, individual y colectivamente. El silencio solo fomenta más acoso.
Si las revistas médicas y algunas de nuestras principales facultades de medicina y organizaciones profesionales no están dispuestas o no pueden expresarse con vehemencia, ¿quién defenderá a los pacientes y a la profesión? Médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud deberíamos usar nuestras voces colectivas para intentar convencer a las asociaciones médicas y a las sociedades de especialistas médicos de que se pronuncien, influyan en el cambio y se unan a otros contra el desastre que se ha impuesto a la medicina.
Defender a los pacientes y a la profesión es un servicio público, no una actividad política partidista. Nuestros pacientes necesitan una mejor atención, no teorías erróneas, mayor fragmentación o la continua destrucción e interrupción de los programas federales de salud.
El Dr. Jerome P. Kassirer es profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts y exeditor jefe del New England Journal of Medicine. El Dr. Robert Steinbrook es director del Grupo de Investigación en Salud de Public Citizen y exeditor del New England Journal of Medicine y de JAMA Internal Medicine.