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Irracionalismo y vacunas
Luís Diego Herrera
La Nación (Costa Rica), 24 de febrero 2010

El movimiento “no a la vacunación” es una posición ideológica irracional

Una nueva forma de irracionalismo está tomando fuerza en el mundo occidental. No es el irracionalismo asociado a las corrientes filosóficas vitalistas del pasado, como en Unamuno o Bergson.

Este nuevo irracionalismo parece tener fuentes diversas, ninguna con un marco de referencia filosófico sólido. Ejemplos de lo que me refiero son las soluciones simplistas e imposibles de verificar a problemas complejos, muy en boga entre las ideas “New Age”. Por ejemplo, resolver el persistente problema de que todos nos morimos con la idea de la re-encarnación o con versiones livianas de un pensamiento cuántico que no llega a ser más que una retórica espiritualista sin mayor contenido.

Otro ejemplo irracionalista de gran importancia y actualidad, son algunas posiciones alrededor de la vacunación contra el virus H1N1. En resumen, un grupo de profesionales, minoritario y no necesariamente del ámbito de la academia activa y de la investigación científica, se oponen a la vacunación. Este grupo se contradice a la opinión de la inmensa mayoría de los científicos y especialistas en las áreas de la epidemiología, infectología, inmunología y salud pública. Por si esto fuera poco, se oponen a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, las academias de pediatría de los Estados Unidos y del resto del mundo civilizado y a las del Centro de Control de Enfermedades, también estadounidense, una de las entidades más prestigiosas del orbe en el campo de la salud.

Teoría del complot. Sus argumentos se nutren de dos fuentes fundamentales: el gusto por las teorías conspirativas sobre agentes del mal que quieren hacerle daño a la población, y un afán por buscar, obcecadamente, en el “imperialismo yanqui” y en el “capitalismo salvaje”, la razón para nuestros males, reales o imaginados.

En el caso de las vacunas se juntan ambas vertientes ideológicas. En esta ocasión, acusan a las empresas farmacéuticas, con sus chequeras millonarias, de montar una conspiración que involucra y corrompe a legiones de científicos y profesionales, además de organizaciones de gran prestigio, como las mencionadas, para empujar una campaña de vacunación innecesaria, motivada por la codicia de dichas compañías. Considero importante compartir con los lectores una historia reciente relacionada con una oleada en contra de la vacunación para el sarampión y la rubéola.

En 1998, el doctor Andrew Wakefield, publicó un artículo en la prestigiosa revista Lancet, donde afirmaba que la vacuna contra el sarampión no era segura porque causaba autismo en los niños que la recibían. Esto causó y sigue causando que muchos padres de familia, especialmente en Inglaterra y Estados Unidos, no vacunen a sus hijos. Lo anterior produjo un significativo aumento de los casos de sarampión y rubéola, con la consiguiente morbilidad y mortalidad asociadas a estas dos infecciones.

Se han divulgado, después de la publicación de Wakefield, más de 25 estudios que demuestran que la vacunación no tiene relación alguna con el autismo. Más aún, la revista Lancet, hace unas tres semanas, retiró el artículo en mención, se retractó de su publicación e informó de que un panel de científicos británicos dictaminó que el Dr. Wakefield fue deshonesto, violó reglas éticas básicas y demostró un cínico desinterés por el sufrimiento de los niños que participaron en sus investigaciones. Pero el daño está hecho y descansa sobre el Dr. Wakefield y sus seguidores irracionales la responsabilidad sobre el aumento de casos de sarampión y rubéola y la angustia y sufrimiento creado en las mentes de las familias con niños autistas. El problema que quiero resaltar con toda esta argumentación, es el siguiente: la población está confundida y los medios de comunicación han contribuido a la confusión al presentar el tema de la vacunación contra el virus H1N1 como dos posiciones científicas en conflicto.

Ideología vs. ciencia. En realidad, aquí no hay ningún conflicto entre los científicos y los profesionales autorizados para hablar sobre el tema. Lo que existe es, por un lado, una posición ideológica (la presunta “conspiración capitalista”) de un grupo marginal de personas, me imagino que mal informadas, y, por otra, la recomendación, abrumadoramente respaldada, de los científicos del mundo civilizado y de las organizaciones que regulan las políticas de salud en el mundo occidental.

En nuestro país, varias de las personas que hoy recomiendan no vacunarse contra el H1N1 son las mismas que nos anunciaron el Armagedón del TLC, con todas sus catastróficas consecuencias y sus componentes conspirativos e imperialistas. Creo que las autoridades de salud y los medios de comunicación deben hacer una alianza para informar adecuadamente a la población sobre este tema. El perfil de salud de la población costarricense en gran parte se debe a las políticas de vacunación en la década de 1970, impulsadas por las autoridades de salud de entonces. ¿Cómo podemos ignorar este hecho? Los medios de comunicación no se deben prestar más a presentar el movimiento “no a la vacunación” como una alternativa informada por la ciencia, sino como lo que es: una posición ideológica irracional.

modificado el 28 de noviembre de 2013