La Federación Europea de Asociaciones de la Industria Farmacéutica (EFPIA, por sus siglas en inglés) “advirtió”recientemente a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que, como resultado de las amenazas arancelarias del presidente Trump y de un entorno supuestamente más favorable para los inversores en EE UU, las inversiones de las compañías farmacéuticas en investigación, desarrollo y producción eran “cada vez más propensas a dirigirse a Estados Unidos”, a menos que Europa hiciera concesiones a la industria. Varias grandes compañías farmacéuticas también han enviado cartas a la Unión Europea en el mismo sentido.
La advertencia de EFPIA coincide con la guerra comercial de Trump -que hasta ahora ha eximido a los productos farmacéuticos, pero que podría extenderse al sector próximamente- y, aprovechando el caos arancelario, está diseñado para presionar a la UE a adoptar políticas contrarias al interés público, extraídas directamente de la lista de deseos de la industria.
Descifrando las demandas de EFPIA:
Estas demandas no solo suponen barreras para garantizar el derecho humano a la salud mediante el acceso global a medicamentos asequibles, sino que, además, tienen poco o nada que ver con los aranceles de Trump o con los costes y beneficios reales de fabricar en Europa.
EFPIA sugiere que:
Afirmación n.º 1: Las compañías farmacéuticas redirigirán sus inversiones de la UE a EE.UU. si Europa no adopta políticas más favorables (es decir, más rentables) para la industria.
Verificación de hechos: Ceder a las demandas de EFPIA no evitará una “fuga” de la I+D y de la producción con sede en Europa. EFPIA está utilizando el caos comercial de la era Trump para impulsar demandas que lleva años promoviendo. Además, atender esas demandas socavaría objetivos políticos importantes y el acceso a los medicamentos.
EFPIA lleva mucho tiempo presionando para subir los precios de los medicamentos en la UE y para conseguir protecciones adicionales de monopolios basados en la propiedad intelectual. Sin embargo, las normas de propiedad intelectual de la UE ya son de las más favorables para la industria farmacéutica a nivel mundial, e incluso superan las estadounidenses en algunos aspectos clave. Por ejemplo, para ciertos productos, Europa concede períodos de exclusividad comercial más largos que Estados Unidos, lo que se traduce en miles de millones de euros para las empresas.
Aunque las compañías sugieren que EE.UU. es más rentable para fabricar debido a que los precios de venta son más altos allí, esto no guarda relación con las decisiones de ubicación de la producción. Las grandes farmacéuticas venden en muchos países. El precio que pueden cobrar en un país no depende del lugar donde fabrican. Añadir más capas de protección de patentes sirve, ante todo, para que las farmacéuticas maximicen sus beneficios, no para influir en decisiones sobre dónde ubicar la producción. Es evidente que la industria quiere aumentar sus beneficios en Europa, pero eso no hace que producir en Europa sea más rentable que en otros lugares.
Al mismo tiempo que se desarrollaban reuniones entre la Comisión Europea y la industria farmacéutica, representantes de varios gobiernos que participan en las negociaciones de un acuerdo internacional sobre preparación ante pandemias repitieron el argumento de la industria de que los fabricantes europeos están bajo presión para trasladarse a EE.UU., alegando que no podían comprometerse con ciertas disposiciones sobre propiedad intelectual en el acuerdo porque podrían “afectar” a la industria farmacéutica. En realidad, esto también forma parte de la estrategia de la industria para aprovechar los aranceles de Trump y mantener el control (y los beneficios) sobre los medicamentos.
Ceder a las demandas de EFPIA para ampliar los monopolios sobre medicamentos de marca permitiría a las compañías mantener precios altos durante más tiempo, lo que socavaría los esfuerzos en curso para mejorar el acceso y la asequibilidad en la UE. Estos esfuerzos incluyen propuestas legislativas para controlar los costes y garantizar el acceso a nuevos medicamentos caros (incluidas medidas basadas en propiedad intelectual) y otras iniciativas para abordar los desabastecimientos.
Afirmación n.º 2: Los aranceles farmacéuticos propuestos por Trump motivan el traslado de la producción a EE.UU.
Verificación de hechos: Los aranceles de Trump no están diseñados para incentivar de forma significativa la relocalización de la producción a EE.UU. Aun así, EFPIA lanza amenazas sin tener en cuenta aspectos poco realistas de dicho traslado.
Mover instalaciones farmacéuticas puede llevar entre tres y diez años y costar miles de millones de euros. Asimismo, la producción farmacéutica depende de materiales que provienen de muchos países, lo que dificulta aún más una relocalización total. Además, las compañías que fabrican medicamentos de marca (como las que representa EFPIA) suelen estar más protegidas frente al impacto de los aranceles, ya que operan con márgenes de beneficio elevados, lo que les permite absorber esos costes con más facilidad.
Por otro lado, la administración Trump puede eliminar los aranceles en cualquier momento, junto con el supuesto incentivo o ventaja económica de trasladarse a EE.UU. De hecho, lo más probable es que la administración Trump utilice los aranceles como herramienta de presión. Esto ya ocurrió durante su primer mandato, cuando se concedieron exenciones de manera discrecional, en ocasiones para favorecer intereses especiales o personales. Los aranceles farmacéuticos podrían usarse del mismo modo: no como herramienta de política industrial, sino para obtener concesiones. Por ello, es poco práctico basar decisiones a largo plazo —como trasladar gran parte de la producción a EE.UU.— en unos aranceles tan erráticos.
Afirmación n.º 3: EE.UU. “supera a Europa” en aspectos que lo convierten en un destino más atractivo para la inversión farmacéutica.
Verificación de hechos: Las demandas de EFPIA no están realmente ligadas a decisiones de localización de producción, y sus afirmaciones sobre cómo EE.UU. “supera a Europa” ignoran el caos y la incertidumbre que genera la administración Trump.
La idea de que EE.UU. es un entorno más favorable para la inversión farmacéutica se debilita aún más si se tiene en cuenta que su gobierno es cada vez más hostil hacia las prácticas médicas y de salud pública, la investigación científica y la regulación en general. Por ejemplo, las aprobaciones de medicamentos podrían verse afectadas por el despido masivo de trabajadores clave del Departamento de Salud, incluidos quienes revisan nuevos productos, inspeccionan plantas de producción y realizan controles de seguridad. Esto puede alargar los plazos de aprobación, debilitar la regulación y aumentar el riesgo de que lleguen al mercado productos inseguros.
La UE no debería aceptar las afirmaciones de la industria sin un análisis crítico, especialmente cuando, en medio de un gran desorden en EE.UU., hay pocos incentivos para que la industria reconozca preocupaciones empresariales genuinas, mientras intenta sacar provecho del caos.
Conclusión: La industria farmacéutica está utilizando los aranceles de Trump como palanca para proteger sus beneficios a costa del acceso a medicamentos. La UE no debe ceder.