Resumen
Al tomar decisiones sobre políticas se debe utilizar la mejor evidencia, obtenida con la ciencia más rigurosa y reproducible, y se debe aplicar con el mínimo sesgo para maximizar los resultados positivos. Esto es particularmente importante en salud pública y para tomar otras decisiones importantes. Sin embargo, la realidad suele estar lejos de este ideal.
La calidad y el uso de la evidencia científica para abordar problemas y crisis complejas han sido objeto de intensos debates. Los responsables políticos a menudo sucumben a falacias, lo que conduce a una toma de decisiones deficiente y a prácticas inadecuadas. Mapeamos los sesgos más importantes involucrados en tres dominios diferentes pero interrelacionados: la propia evidencia científica, los responsables políticos y la ciudadanía.
Los sesgos se pueden clasificar a lo largo de dos ejes relacionados con la percepción del riesgo y la percepción de la efectividad de la intervención: minimizar el riesgo (p. ej., negación de la crisis), maximizar el riesgo (p. ej., pánico moral), minimizar la efectividad de la intervención (p. ej., antimedicamentos, antigubernamentales) y maximizar la efectividad (p. ej., cabildeo farmacéutico).
Analizamos sesgos cognitivos frecuentes, como el sesgo de normalidad, el efecto avestruz, el sesgo de negatividad, la falacia del mundo justo, el efecto del falso consenso, el sesgo de acción y el efecto espiral de la muerte. Además, presentamos una visión general de posibles procesos y herramientas para eliminar o minimizar el sesgo. La eliminación del sesgo puede contribuir a mejorar la calidad de la implementación y la confianza en las instituciones, en beneficio tanto de la ciencia como de la sociedad en general.