Salud y Fármacos is an international non-profit organization that promotes access and the appropriate use of pharmaceuticals among the Spanish-speaking population.

Ética

Conducta de la industria

Avaricia, Mentiras y el Envenenamiento de América (Greed, Lies, and the Poisoning of America)
Natasha Singer
Reseña del libro de Gerald Posner Cómo las grandes farmármacéuticas se hicieron adictas a las grandes ganancias (How Big Pharma Grew Addicted to Big Profits)
New York Times, 12 de marzo de 2020
https://www.nytimes.com/2020/03/12/books/pharma-gerald-posner.html
Traducido por Salud y Fármacos

En 1900, Bayer, la compañía farmacéutica alemana que desarrolló la aspirina, introdujo una marca mucho más fuerte de analgésicos en EE UU. El medicamento nuevo se llamaba heroína, un nombre derivado de la palabra alemana “heroico”. La compañía lo promovió como tratamiento para una variedad de enfermedades: resfriados, tos, asma, epilepsia, esclerosis múltiple, cáncer de estómago, esquizofrenia. También anunciaba la heroína como segura para los niños. Y cualquier persona mayor de 18 años podría comprarla, señala Gerald Posner en su nuevo libro, “Las farmacéuticas: Pharma: avaricia, mentiras y el envenenamiento de América” (“Pharma: Greed, Lies, and the Poisoning of America“).

“La naturaleza altamente adictiva de sus productos”, escribe sobre los fabricantes de medicamentos de principios del siglo XX, “junto con la falta de supervisión y regulación del gobierno, contribuyo al éxito de sus ventas”.

Bayer no era la única compañía que en ese momento promocionaba productos arriesgados como panaceas. Posner describe cómo los creadores de Kopp’s Baby Friend, una poción popular para calmar los cólicos de los bebés, identificaban los anuncios de nacimientos en los periódicos y después enviaban muestras gratuitas a las madres. El obsequio dirigido a las madres fue uno de los primeros precursores de una técnica para influir en el consumidor que hoy se conoce como “marketing dirigido”. Sin embargo, las madres que recibieron los regalos “Baby Friend” no sabían que la fórmula contenía alcohol y sulfato de morfina, ingredientes que podían ser tóxicos para los bebés. Decenas de niños murieron.

Posner hace investigación periodística y ha escrito una docena de libros, entre ellos “Caso cerrado” (Case Closed), un nuevo análisis del asesinato de John F. Kennedy, y “Mengele”, un relato de la búsqueda fallida del criminal de guerra nazi. En “Pharma” se centra en los crímenes y delitos menores que han cometido los fabricantes de medicamentos desde principios de 1900s, con su escandalosa comercialización de medicamentos adictivos como los opioides, y concluyendo más de un siglo después, un círculo completo, con su deliberada minimización del riesgo de los opioides modernos.

Al centrarse en la especulación en la industria farmacéutica, este libro se convierte en la última entrada en un canon creciente de libros sobre Las Malévolas Empresas Farmacéuticas (Big Bad Pharma). La categoría ya incluye descripciones de la industria contemporánea como “La verdad sobre las compañías farmacéuticas”, de la Dra. Marcia Angell, ex editora jefe de The New England Journal of Medicine, junto con trabajos más específicos como “Botella de mentiras” (Bottle of Lies), que habla específicamente de los fabricantes de medicamentos genéricos. Lo que distingue a “las grandes farmacéuticas” de estos esfuerzos anteriores es que el autor se propone escribir un tomo más largo y ambicioso.

Posner quiere que su libro sea la historia definitiva de la industria farmacéutica “en su totalidad” en un solo volumen. Después de todo, argumenta, la gente no puede entender realmente cómo las empresas como Bayer, Merck y Pfizer se convirtieron en “conglomerados farmacéuticos en expansión que venden un billón de dólares en medicamentos anualmente” sin entender la historia de sus inicios, como vendedores ambulantes de heroína y cocaína, que en ese momento eran legales.

El resultado es una acusación fulminante y enciclopédica a la industria farmacéutica que a menudo parece priorizar las ganancias sobre los pacientes. En más de 550 páginas densamente escritas, Posner cuenta una historia incansable y ocasionalmente agotadora que se lee como una versión farmacéutica de policías y ladrones. Hay capítulos sobre el descubrimiento y la popularización de los medicamentos para la ansiedad, la menopausia, el tratamiento del dolor, todos con una narrativa similar. Primero, el autor expone cómo las compañías farmacéuticas forzaron los límites médicos, éticos y legales, a menudo causando más daños que beneficios para la salud. Luego describe como los legisladores y reguladores luchan por actualizarse y controlar a los fabricantes de medicamentos. Y se repite.

Uno de los episodios más reveladores involucra a los antibióticos. La producción masiva de penicilina durante la Segunda Guerra Mundial ayudó a las compañías farmacéuticas a renunciar a su reputación como traficantes de drogas adictivas y a convertirse en productoras de medicamentos innovadores que salvan vidas. Los fabricantes de medicamentos también obtuvieron enormes ganancias de la penicilina. Y estaban ansiosos por ganar aún más, explica el autor, al patentar antibióticos de amplio espectro que podrían usarse para todo tipo de problemas de salud. Era una estrategia del pasado, que se remonta a las afirmaciones que las compañías habían hecho décadas antes para promover a los narcóticos como la morfina, cuando decían que lo curaban todo. Y funcionó.

Posner relata cuántos médicos llegaron a considerar que los super antibióticos eran sus medicamentos preferidos, no solo para usos probados como el tratamiento de infecciones bacterianas, sino “incluso profilácticamente, al aparecer los primeros signos de fiebre, dolor de oído, picazón en la garganta o secreción nasal”. Un investigador “estimó que el exceso de entusiasmo por los nuevos medicamentos hizo que más del 90% de las veces se recetaran innecesariamente”. Ese exceso de entusiasmo ahogó informes preocupantes de reacciones alérgicas a los medicamentos, infecciones fúngicas y los riesgos de resistencia a los antibióticos. Pero la FDA, establecida en 1906 para supervisar la seguridad de los productos, no intervino, señala Posner, porque su comisionado en ese momento no quería ser visto como un obstáculo para los medicamentos que salvan vidas.

Para 1950, los productos farmacéuticos se habían convertido en la industria más rentable de EE UU. Pero la adopción masiva de antibióticos “medicamentos maravillosos” había abierto un cisma. Los veteranos de la industria, incluido el director ejecutivo de Merck, insistieron en que los medicamentos deben desarrollarse primero para las personas, sin fines de lucro. Advenedizos, como John McKeen, el presidente de Pfizer, escribe Posner, opinaban lo contrario, argumentando que no valía la pena invertir en medicamentos que no generaran ingresos sustanciales.

En 1951, McKeen decidió utilizar el lanzamiento de la terramicina, el nuevo antibiótico de amplio espectro de la compañía, para generar un manual de estrategias y convertirlo en un fármaco de grandes ventas. Para eso recurrió a Arthur M. Sackler, un ejecutivo de una agresiva empresa de marketing que se había entrenado como médico y que décadas más tarde se conocería como uno de los tres hermanos detrás de Purdue Pharma, el creador de OxyContin, el analgésico que está en el centro de la actual epidemia de abuso de opioides.

McKeen asignó US$7,5 millones a la campaña para promover la terramicina, en ese momento una suma inaudita para el marketing médico. Sackler utilizó los fondos para una nueva campaña de marketing de saturación, adaptó las técnicas de Madison Avenue para vender bienes de consumo y desarrolló sus propias estrategias publicitarias “Medicine Avenue”. En el proceso, Sackler también cambió los límites éticos del marketing médico. “Pharma” revela cómo comenzó una compañía para promocionar medicamentos, disfrazando la publicidad como si se tratara de artículos, y diseminando la información en periódicos y revistas populares; y también cofundó otra compañía, IMS Health, para rastrear los hábitos de prescripción de los médicos y poder influenciarlos mejor. Muestra cómo el revolucionaro del marketing de medicamentos contrató y cooptó a un director de la división de antibióticos de la FDA para respaldar ideas médicas, no probadas, favorables a la industria. Y expone una campaña publicitaria engañosa, producida por Sackler, que utiliza médicos falsos para promover combinaciones precarias de antibióticos.

Las técnicas agresivas y a menudo transgresivas de marketing que utilizó Sacklers cambiarían radicalmente a la industria farmacéutica, contribuyendo a lo largo de las décadas a la prescripción excesiva de medicamentos como Valium, los tratamientos para la menopausia, los analgésicos y los antidepresivos, que en última instancia resultaría en daños incalculables para la salud. De hecho, Purdue Pharma, la compañía farmacéutica propiedad de los hermanos Sackler, adaptó esas técnicas de influencia en la década de 1990 para comercializar engañosamente OxyContin, un opioide con un mecanismo de liberación lenta, escribe Posner.

“Pharma” relata que la compañía promovió el medicamento a los reguladores y médicos como si se tratara de un opioide más seguro, más efectivo y menos adictivo, incluso cuando los ejecutivos sabían que era un producto altamente adictivo que llevó a muchas personas a sufrir síntomas graves de abstinencia, e incluso a recurrir a drogas como la heroína cuando no podían renovar sus recetas. Posner culpa de la consiguiente epidemia de abuso de opioides, que ha llevado a la muerte de decenas de miles de estadounidenses, en parte a “las drogas adictivas que 150 años antes eran el ADN central de la industria farmacéutica”.

Eso es en última instancia un argumento reduccionista. Si Big Pharma sigue adicta a la idea centenaria de producir “ganancias asombrosas con sus productos altamente adictivos”, es difícil imaginar una rehabilitación viable para la industria. Quizás es por eso que el autor dedica tantas palabras a las actividades ilicitas de la industria y solo una frase al final a una posible “solución multidisciplinaria”.

Natasha Singer cubre la intersección de tecnología, negocios y sociedad para The New York Times. Anteriormente, informó sobre la industria farmacéutica y la ética médica.

creado el 4 de Diciembre de 2020