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Ética, Derecho y Ensayos Clínicos

Conducta de la industria

Muchos estudios de antidepresivos contaminado por la influencia de la industria farmacéutica (Many antidepressant studies found tainted by pharma company influence)
R. Jacobson
Scientific American, 21 de octubre de 2015
http://www.scientificamerican.com/article/many-antidepressant-studies-found-tainted-by-pharma-company-influence/
Traducido por Salud y Fármacos

Después de muchos pleitos y un acuerdo en el 2012 con el Departamento de Justicia de EE UU, el mes pasado una revisión independiente encontró que el antidepresivo Paxil (paroxetina) no es seguro para los adolescentes. El hallazgo contradice las conclusiones del ensayo inicial con el medicamento que se hizo en 2001, con financiamiento de su fabricante GlaxoSmithKline, que utilizó los resultados para comercializar Paxil como seguro para los adolescentes.

El ensayo clínico original, conocido como Estudio 329, es sólo un ejemplo destacado de como la influencia de la industria farmacéutica impregna la investigación científica, incluyendo los ensayos clínicos que la FDA exige que las compañías farmacéuticas financien para poder evaluar sus productos. Por esa razón, las personas que leen artículos científicos como parte de su trabajo, han llegado a depender de los meta-análisis, revisiones exhaustivas que supuestamente resumen la evidencia de múltiples ensayos, en lugar de fiarse de estudios individuales. Pero un nuevo análisis también pone en duda esta práctica, al constatar que la gran mayoría de los meta-análisis de antidepresivos tienen algún vínculo con la industria, con la supresión correspondiente de resultados negativos.

El último estudio, publicado en la Revista de Epidemiología Clínica, evaluó 185 metanálisis y se encontró que un tercio de ellos habían sido escritos por empleados de la industria farmacéutica. “Sabíamos que la industria financiaba estudios para promover sus productos, pero eso es muy diferente de financiar los meta-análisis”, que “han sido tradicionalmente el baluarte de la medicina basada en la evidencia”, dice John Ioannidis, epidemiólogo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford y co-autor del estudio. “Es realmente increíble que haya una afluencia masiva de influencia en este campo”.

Casi el 80% de los meta-análisis incluidos en la revisión tenían algún tipo de vínculo con la industria, ya sea a través del patrocinio, que los autores definen como financiación directa del estudio por la industria, o conflictos de intereses, que se definen como cualquier situación en la que uno o más autores eran o empleados de la industria o investigadores independientes que reciben algún tipo de apoyo de la industria (incluyendo honorarios por hacer conferencias y becas de investigación). Lo que es especialmente preocupante es que el estudio mostró que un 7% de los investigadores tenían conflictos de intereses no revelados. “Hay una cierta jerarquía de papeles”, dice Erick Turner, profesor de psiquiatría de la Oregon Health & Science University que no estuvo asociado con la investigación. “Los meta-análisis están en la cima de la pirámide de la evidencia”. Turner estaba “muy preocupado” por los resultados, pero no sorprendido. “La influencia de la industria es simplemente enorme. Lo que es realmente nuevo es el nivel de atención que las personas ahora están prestando a este hecho”.

Los investigadores incluyeron todos los metanálisis de ensayos aleatorios controlados con todos los antidepresivos aprobados, incluyendo los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, la serotonina y los inhibidores de la recaptación de norepinefrina, antidepresivos atípicos, inhibidores de la monoaminooxidasa y otros que se publicaron entre 2007 y marzo de 2014.

Si los autores no informaron de ningún conflicto de intereses, como normalmente se requiere, los investigadores examinaron muestras aleatorias de los artículos publicados por el autor principal en el mismo año para leer las declaraciones pertinentes de conflictos. Dos investigadores, desconocedores de los nombres de los autores o sus posibles conflictos, evaluaron si el meta-análisis incluyó información negativa o advertencias sobre el medicamento en el resumen o en la conclusión del artículo.

Aunque un tercio de los documentos fueron escritos por empleados de la industria; la mayoría de los autores, el 60%, eran investigadores independientes, afiliados a universidades, con conflictos de intereses. Los investigadores documentaron que el 25% de los 53 metaanálisis cuyo autor no era empleado de la industria y no había reportado ningún conflicto de intereses, tenía conflictos no declarados de interés. “Los metanálisis que tienen vínculos con la industria son muy diferentes a los que no tienen vínculos con la industria”, dice Ioannidis. Los que tienen vínculos con la industria tuvieron una cobertura mucho más favorable y menos advertencias. “Por el contrario, cuando no había empleados involucrados, casi el 50% tenía advertencias”, dice Ioannidis.

Los meta-análisis escritos por empleados de la industria tenían 22 veces menos probabilidades de incluir declaraciones negativas acerca de un medicamento que los dirigidos por investigadores no afiliados. La tasa de sesgo en los resultados es similar a la de un estudio de 2006 que analizó el impacto de la industria en los ensayos clínicos de medicamentos psiquiátricos, y que encontró que los ensayos patrocinados por la industria informaron resultados favorables el 78% de las veces, comparado con el 48% cuando los ensayos contaban con financiación independiente.

Ioannidis cree que se debe prohibir que las empresas farmacéuticas financien los meta-análisis para salvaguardar la objetividad. Él está de acuerdo con que la industria financie otros tipos de investigación, “pero no cuando se trata de la evaluación final sobre si los pacientes deberían o no tomar este medicamento”, dice.

Todas las compañías farmacéuticas principales estuvieron representadas en la revisión, incluyendo GlaxoSmithKline; Eli Lilly and Co., fabricante del popular antidepresivo Prozac (fluoxetina); y Pfizer, que produce Zoloft (cloruro de sertralina). “En cuanto a los meta-análisis”, Pfizer es un “participante activo” en la conversación “sobre cómo definir marcos científicamente sólidos para hacer un nuevo análisis de los datos”, escribió Dean Mastrojohn, Director de Relaciones con los Medios de Comunicación a nivel Global en Pfizer, cuando se le pidió un comentario.

Por definición, un meta-análisis debe ser “una revisión lo más completa posible”, dice Andrea Cipriani, profesora de psiquiatría en la Universidad de Oxford, que no participó en el estudio. “Los médicos están bombardeados con información” y recurren a los meta-análisis “, ya que no tienen el tiempo para hacer una evaluación crítica completa por sí mismos. La palabra significa ‘acceso directo a una gran cantidad de pruebas.’

Cipriani esá de acuerdo en que es importante destacar la manipulación de los meta-análisis por parte de la industria farmacéutica. “Tenemos que destacar que estos metanálisis son más una herramienta de marketing que ciencia”, dice. Pero Cipriani, quien en la revisión tenía siete artículos marcados por reportar conflictos de intereses, piensa que condenar a todos los estudios por tener lazos con la industria es una simplificación excesiva. Más bien, Cipriani aboga por la transparencia y dice que el principal problema es la falta de divulgación de conflictos de interés. A pesar de sus conflictos de intereses, Cipriani incluyó advertencias en la conclusión o resumen en dos de sus publicaciones. Sin embargo, fue uno de los pocos investigadores con conflictos que lo hizo.

Según Cipriani, las revistas académicas, los guardianes de la evidencia científica, son las que deberían ser responsables, tanto de verificar los conflictos de interés, como de eliminar a aquellos estudios cuyas conclusiones no coinciden con los datos suministrados. Eso era parte del problema con el Estudio 329, dirigido por Martin Keller, entonces profesor de psiquiatría y comportamiento humano en la Universidad Brown, que informó de todos los datos con precisión, pero engañosamente minimizó el riesgo de suicidio en adolescentes y exageró los beneficios en las conclusiones.

Pero las revistas a menudo tienen sus propios conflictos de intereses, algo que Cipriani reconoce. Ioannidis y sus colegas inicialmente trataron de publicar su último estudio en revistas de psiquiatría porque pensaron que sería más pertinente, pero la recepción fue fría. “Algunas personas se sintieron muy molestas y muchos de sus editores tienen fuertes vínculos con la industria”. Dice Ioannidis.

El sesgo de publicación, cuando las revistas han mostrado una preferencia por los resultados nuevos, positivos e interesantes por encima de la replicación de los estudios- que también es parte esencial del proceso científico, es un problema generalizado en la publicación científica. Esta tendencia existe independientemente de la fuente de financiamiento o de los tratamientos evaluados. En un estudio publicado el mes pasado también Turner encontró sesgo de publicación y los resultados inflados en varios estudios de psicoterapia financiados por los Institutos Nacionales de Salud.

Los antidepresivos representan uno de los mayores mercados farmacéuticos, con ventas de US$9.400 millones en los EE.UU. en 2013. Cipriani y Ioannidis creen que el problema se extiende a otros fármacos con alto valor de mercado, tales como medicamentos para el corazón y el cáncer. “Todo el campo necesita un examen de conciencia”, dice Ioannidis.

creado el 12 de Septiembre de 2017