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ENSAYOS CLÍNICOS

Ensayos clínicos, ética y conflicto de interés

México: Pagan con sangre sus estudios
Óscar Balderas
Reforma, 22 de mayo 2011
http://www.sipse.com/noticias/103810-pagan-sangre-estudios.html

Natalia, Guillermo, Laura y Juan Ramiro no se conocen, pero estos cuatro jóvenes tienen algo en común: pagaron sus estudios universitarios vendiendo su sangre o se prestaron para tratamientos médicos experimentales.

Con su consentimiento, durante varios meses entregaron hasta 80 mililitros de sangre a la semana o ingirieron pastillas de prueba para la depresión, diabetes o epilepsia por participar en pruebas médicas, conocidas como protocolos, de hospitales gubernamentales o laboratorios privados a cambio de entre Pm2.000 y Pm8.000 al mes (1 US$=Pm13,2). Los protocolos son experimentos de bioequivalencia que convocan las farmacéuticas y pagan para monitorear qué soluciones o problemas traen las sustancias a cuerpos sanos o enfermos.

“No tenía tiempo para trabajar y tenía que comprar libros. Me pareció bien porque los protocolos duran 20 o 24 horas, en lo que monitorean el efecto del medicamento en tu cuerpo o las reacciones por sacarte sangre”, narra Natalia. Ella estudia diseño gráfico en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), comenta que inició sus primeros protocolos a los 19 años, en el Hospital General, donde después de varios exámenes médicos fue dada de alta como candidata en una base de datos y comenzó a rentar su cuerpo.

“Te dicen que sólo puedes hacerlo cada 3 o 6 meses, dependiendo de lo que hayas hecho, pero yo lo hacía a cada rato. “Llegué a depender muchísimo de ese dinero. Era como mi trabajo, con eso pagaba la renta, la comida, mis libros, mis pasajes, todo. Pero decidí parar cuando ya estaba muy débil y me salían moretones por todo el cuerpo”, narra la joven, quien recibía hasta Pm3.000 a la semana por participar en los experimentos.

Aparentemente, de dichos estudios médicos no hay una base de datos compartida en la ciudad, por lo que es posible asistir a varios protocolos en distintos lugares.

Como Guillermo, de 20 años, quien para financiar su carrera de arquitectura eligió los protocolos como fuente de ingreso, pues recibía hasta 8.000 pesos mensuales por probar medicamentos experimentales para la epilepsia y vender su sangre. El joven tuvo que abandonar sus estudios y actualmente le hacen estudios en el Hospital de Neurología para descartar un daño cerebral por la ingesta de medicamentos experimentales durante año y medio. “También tengo hemoterapias. Me sacan sangre y me la inyectan de nuevo por las rodillas para mejorar mi circulación, que también se afectó”, cuenta el joven.

A Juan Ramiro, de 24 años y vecino de la Delegación Iztapalapa, no le fue mejor. Narra que después de dos años de acudir cada semana a un laboratorio distinto para que le sacaran sangre por dos mil pesos, ahora tiene problemas de coagulación. El egresado de sociología por la UNAM — actualmente estudia inglés y no tiene empleo- mide 1.72 metros y pesa 52 kilos, y sabe que una herida, por menor que sea, le provoca sangrado. “Es ponerle precio a tu vida, pero si no hay trabajo ni escuela, ¿qué otra alternativa hay?”, argumenta Juan Ramiro.

También Laura, estudiante de ciencias de la comunicación, probó durante varios meses desde medicamentos experimentales para la gripa hasta anticonvulsivos a cambio de Pm2.500 mensuales. Dice que no tiene problemas de salud a la vista, pero vive con miedo porque no sabe hasta dónde llegó, antes de dejar esta práctica, hace poco, cuando encontró un empleo fijo.

Estas prácticas -realizadas en laboratorios como Investigación Farmacológica y Biofarmecéutica (IFAB) o La Policlínica, en Iztapalapa-están reguladas por el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud, la cual exige el consentimiento informado y por escrito de quien se someta a las investigaciones. En todos los casos, los jóvenes estuvieron de acuerdo en alquilar su cuerpo.


modificado el 28 de noviembre de 2013